Mi madre no es un ama de casa al uso, no. Ella no lleva rulos, (en esta familia lucimos los rizos naturales con orgullo) ni hace croché, ni se pone vestidos holgados de flores para tapar la barriga, porque no lo necesita. No cocina, no cotillea con las vecinas, no conoce la vida de nadie más allá de la familia ni le interesa. Tiene un tipazo para su edad que ya lo quisiera yo para mí, hoy por hoy. Cualquier cosa que se ponga le queda bien a la jodía. Encima es tan moderna que lleva mejor los vaqueros que yo. Y tiene Twitter.
Pero no penséis que mi madre es poco madre, eh. En absoluto. Mi madre es de las que dicen que como vayan, lo encuentran. Y lo encuentran. Mi madre es capaz de predecir el tiempo un mes antes de las lluvias, y poner a media familia en alerta. Sabe cómo deberíamos hacer las cosas y nos lo hace saber le preguntemos o no, y conoce el sitio perfecto para cada objeto inútil de la casa.Tengo 33 años y todavía le cuesta dormirse cuando salgo de noche, porque el mundo es muy peligroso y no puede evitar preocuparse. "Ten cuidadito", me dice siempre antes de salir, vaya donde vaya. -"¿Con qué, mamá?" -"con todo". Para ella sigo siendo frágil y delicada cual flor silvestre, y me da en la nariz que eso no cambiará nunca.
Crecer con mi mamá fue bonito, pero muy duro. Con ella me he bebido cientos de zumos rápidamente, casi sin respirar, antes de que se les fueran las vitaminas. Tuve que comer sin ganas porque en África los negritos se mueren de hambre. Con ella, cada verano no había baño posible hasta las 5, cuando hubiese acabado de hacer la digestión.Jamás podía dormir con el pelo mojado o podría morir congelada sin que nadie me pudiera socorrer. Ni acercarme demasiado a las barandillas de los balcones ni, mucho menos, los acantilados. No podía hablar con desconocidos, porque les daban droga a los niños en los caramelos. Tenía que llevar siempre, en verano, una rebequita al hombro. Por si acaso. Y en invierno, el paraguas. Aunque en Málaga llueva dos días al año. Por si acaso también.
Los Reyes Magos sólo podían traerme dos o tres regalos cada Navidad, porque estaban mayores y no podrían cargar con más peso.
Y nada de pedir caprichitos por la calle como los demás niños, que a papá le cuesta mucho esfuerzo ganar dinerito.Sentarse nunca fue tan complicado como cuando llegaba mi madre y te corregía la postura, no te fueras a quedar como Cuasimodo. Tampoco podías comer muy deprisa, porque si te atragantas encima te dice "ves, ves", con esa cara de te lo dije que odiamos todos los hijos del mundo.
Si alguna vez perdía algo en el cole o en el parque, me caía bronca. Si me cargaba la ropa nueva, caía bronca. "Como sigas llorando te voy a dar un mascón para que llores de verdad". Luego nunca me lo daba, pero acojona.Si me manchaba la falda del uniforme, caía bronca. Si la profesora me castigaba, caía bronca porque claro, algo habría hecho. Si suspendía mates, caía bronca y profesor particular.
Me hice mayor y ella fue siempre the Eye in the Sky que me vigilaba y me decía que "con esa camiseta pareces una pilingui" o que tuviese cuidado al agacharme con esa falda. Nunca juzgó a mis novios, pero se le nota a la legua cuando uno le gusta o cuando no. Siempre me apoyó cuando tenía que tomar una decisión importante, pero se guardaba el "tienes que hacerlo así" por si acaso dudaba en algún momento.
Con mi madre también hubo tuppers de tortilla y filetes empanaos en la playa cada verano. También veíamos el Un, Dos, Tres todos juntos en el salón, cuando había cierta tradición familiar y no teníamos internet. Ella siempre fue un poco gallina clueca y sé que le hubiese gustado mantener esa unión cada viernes por la noche, como si las cosas no cambiasen, los niños no crecieran nunca y las Tacañonas no acabasen aburriendo a nadie.
Igual que a la de Gordi, también deberíais conocer todos a mi madre. Últimamente está perdiendo el norte, (yo creo que es la crisis de los 60, que le sienta un poco regulero) y empieza a hacer cosas raras como descojonarse con los chistes malos de Arturo Valls, vestirse de pijama para salir a la calle o pintarse como una zorrupia para ir a comprar al Carrefour. Yo soy una hija ejemplar y le he tenido que confeccionar el Manual de las Normas Básicas Del Buen Vestir de la Señora Elegante, porque me preocupo por ella y quiero que siga siendo una mujer estilosa. Y porque sé que, a pesar de todo, sigue siendo un poco niña y necesita mi ayuda. Cada día más.
Mi madre es la defensora universal de la frase famosa "cuando seas madre, lo entenderás". Y yo no sé si seré madre o si lo entenderé todo algún día. Pensamos de formas muy diferentes y tenemos una personalidad distinta, además del pequeño detalle -insignificante- de que a mí los niños me dan un poco de repelús, pero oye... ahora que yo también me voy haciendo más
Feliz cumpleaños, mamá.