Era mi paracaídas
y quien tiraba de mí en las horas bajas.
En la sombra, ahí estaba.
Silencioso, pero alerta.
Alerta siempre.
Porque sabía que soy torpe y tropiezo,
que soy dada a no creer,
a pensar que no puedo,
a detenerme.
Ahora sigue siendo mi apoyo,
aunque está a mayor distancia
porque sabe que aprendí a ver las piedras,
a creer,
a pensar que es posible,
a seguir caminando.