La noche antes de la compra no pude dormir. Estaba totalmente emocionado de poder conseguir mi sueño. Lo que no imaginaría es que después de aquella primera adquisición, mis ganas por tener un diamante no iban a quedar satisfechas; muy al contrario, serían cada vez mayores.
El momento de tener mi primer diamante en mis manos fue único, irrepetible. Recuerdo cómo me temblaban al cogerlo. No podía fijarme en su color, ni en su brillo, ni en su belleza. Estaba emocionado y sólo lo podía ver como un todo. No podía creer que algo tan preciado y de tanto valor fuera mío.
Después vinieron los días encerrado en mi habitación en los que me dedicaba a mirarlo. He pasado horas y horas mirándolo. Es increíble cómo puedes estar mirando el mismo objeto durante días y días y no cansarte nunca. Cómo algo tan pequeño puede llenarlo todo.
Mi primer diamante. Siempre tan igual y siempre tan distinto. Aquel diamante se convirtió en pasión. Y la pasión es la fuerza más grande que mueve el mundo.
Después del primero viene el segundo. Y cuando tienes el segundo ya piensas en el tercero. Y a los diamantes se les une la devoción por otras piedras preciosas: una pepita de oro, un filamento de plata, el verde de la esmeralda, topacios y turquesas… Pero eso ya es otra historia…
Estoy seguro que si conoces un poco más sobre los diamantes tu pasión por ellos aumentará cada vez mas. ¿Tienes curiosidad por saber cómo se forman los diamantes?
Si tú también sientes pasión por los diamantes, las piedras preciosas o por cualquier cosa que te haga muy feliz, ¡dame un G+1!