Mi primer labial de MAC: se abre la veda!

No hay buena fan de la cosmética que no haya sido atraída en más de una ocasión al stand de MAC cual polilla a la luz. Esos expositores simétricos, tan bien ordenaditos, con tanto colorido y jalonados con elementos de colección tienen un je ne sais qua que hacen que todas las moléculas de nuestro cuerpo vibren de manera diferente a lo habitual.
Esos tarritos de vidrio con pinceles y brochas, como si de caramelos se trataran, y esos enormes cajones que, tu y yo sabemos, están repletitos de envases negros y blancos resguardando un preciado contenido al ritmo de B2M tienen un poder de atracción mayor que el un inmenso agujero negro más allá de la puerta de Tannhäuser.
Aún recuerdo la primera vez que me acerqué al stand del Corte Inglés, y salí de allí con un neceser de brochas de la colección Glitter and Ice, o de cuando me compré mi primera paleta vacía de sombras y de cómo soñé que algún día la vería repleta.
Pues bien, la semana pasadas me pasé de nuevo por sus verdes prados y orbité una vez más en dirección a las ediciones limitadas, de las que ya no quedaba ni el recuerdo, casi casi. Así, tras mucho curiosear y mirar alternativamente a los precios y a mi cartera, acabé optando por la contención y eligiendo llevarme de allí un único objeto, el labial Sheen Supreme en el tono Full Speed.
En verdad, iba pensando en llevarme algunos de los que llevan en mi wishlist desde que los avisté en vuestros blogs, tales como el Impasionned, el Rebel (un besito para Musirili) o el Vegas Bolt, pero, al final me aturullé y terminé con este en el bolso. La explicación a tal absurdo comportamiento es que, en vez de atenderme mi dependiente habitual me atendió una chica nueva (nueva para mí, no sé si sería nueva o no en el stand) y entré un poquito en resonancia.
El caso es que al stand de mi CI habitual ya le tenía cogido el tranquillo, había un chico majísimo que combinaba de manera perfecta la atención al cliente con el laissez faire necesario para poder vagabundear a mis anchas en el stand. Es decir, si le decía que estaba sólo mirando, se iba con viento fresco, pero si le pedía consejo sobre alguna sombra siempre me enseñaba las "de culto" (me encanta). Además siempre me ponía muestritas y hasta creo recordar que en una ocasión miró mi ficha y me llamó por mi nombre (como Aglaya es complicado de pelotas, cada vez que alguien lo pronuncia bien me derrito de la emoción).
Desgraciadamente, como ahora anda más solicitado que la Gaga tras un concierto, me veo compelida a tratar con la primera dependienta que me aborde, y esto siempre me hace ponerme un poco más nerviosa y no miro igual de agusto. En realidad la culpa es mía por ser más reacia al cambio que la Libra Esterlina pero, qué queréis que os diga, soy así (y así seguiré, nunca cambiaré).
En cualquier caso, la cosa me salió bastante bien, porque no hay nada que diga "estamos en verano" como un labial coral de esos que hay que mirar con gafas de sol. Además, había oído que la duración de estos labiales era muy variable en función del tipo de labio de cada cual y, por suerte, este ha resultado ser bastante duradero.
Además, tiene un packaging elegante a más no poder y un olor riquísimo como a vainilla o chocolate (ya veis que mi olfato va a su bola). La única pega que le veo es que, con los morros finitos que yo tengo la barra se me hace un poco grande para pintarme directamente, por lo que siempre he de aplicármela con pincel. No es que sea mayor problema pero es un rollo para todo el tema de los retoques fuera de casa (o la excusa perfecta para comprarme un pincelito de bolsillo, según se mire).
Eso sí, mientras ojeaba este me quedé enamoradita perdida de un par de labiales más y no sé hasta dónde aguantaré las ganas de volver de nuevo al stand y arrasar con tres o cuatro más. ;)
Un besito y que tengáis un estupendo fin de semana
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