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Mi primera vez

Publicado el 14 febrero 2010 por Fujur
Mi primera vezSiempre he pensado que aquéllos que compulsivamente escriben sobre su ateísmo son, en verdad, quienes más tratan con la religión; algo así pasa con el sexo. Quien más habla de su “normalidad”, de su “benignidad” y demás calificativos en positivo, es quien más “especial”, “anómalo”, está volviendo al acto sexual. “Mi primera vez” (obra basada en la web homónima), uno de los más recientes éxitos Brodway, me lo confirma, en parte. Ayer tuve la suerte de poder pasar un muy buen rato en el teatro Club Capitol, en las Ramblas de Barcelona. Había oído hablar de la función, y sólo me faltó ser invitado para ir a ver una obra teatral, no propia de Molière, pero sí, también, muy divertida. El argumento es nulo, ciertamente, pero es bien suplido por la complicidad que se crea con los autores. Jóvenes y fogosos, cada cual de personalidad diferente, es muy improbable que nadie se identifique con alguno de los personajes que aparecen durante la obra. La excusa que funda la obra es “la primera vez”, sí, el primer acto “sexual” que han tenido diferentes individuos, siempre narrado con humor, y altas dosis de escándalo y picaresca. La obra es una comedia en toda regla. Se cumplen las dos características primordiales de toda parodia: falta de seriedad y juego con la ambigüedad e hipocresía del ser humano.

Los probadores del Corte Inglés, el coche en una sesión de cine de verano, la ducha, la cama en la que, accidentalmente, le toca dormir a una pareja hasta el momento no “estrenada... Los tópicos abundan, tanto o más como tiene el tema. Sin lugar a dudas existen experiencias poco creíbles, y, en algunas ocasiones, experiencias no demasiado “narrables”, o cuanto menos, reprobables. El amigo que se mete en la ducha con el compañero de fútbol de su hermano, la hermana que da su “primera vez” a su hermano, enfermo terminal de leucemia... existen muchas situaciones, espero que recreadas, que distan mucho de “lo normal”, si es que esto, en algún tiempo, ha existido.

La catarsis colectiva, al más puro estilo griego, se basa en que todo el mundo sale de la función con una experiencia asimilable a su curriculum. Una vez más, el denigrado arte de la comedia sirve para sacar verdades de la más común, y estandarizada, existencia humana. Cierto es que parece, en alguna ocasión, que los casos parecen sacados de un grupo de obsesos, al más puro estilo “grassiano”, en “El Rodaballo” (con las diosas de tres pechos), pero también es muy cierto que, desde un punto de vista “neutro”, la función consigue su objetivo: hacernos pasar una bonita velada teatral (por más que se enseñe algún culo, quedándonos los hombres sin “incentivo”, ¿prueba del cambio en los nuevos tiempos?).


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