Revista Diario

Mi querido Antonio

Publicado el 07 julio 2011 por Hogaradas @hogaradas

Por Hogaradas
Leo que lo has hecho público, y tú, que tal y como dice el título de uno de tus libros, tienes “el don de la palabra”, no lo podrías haber expresado de mejor modo, tanto en el fondo como en la forma, quizás también porque tú no serías capaz de decirlo de otra manera. No te veo con cara de tristeza, ni con llanto, quizás con rabia, eso sí, pero no preparado ni dispuesto a provocar ningún sentimiento de lástima.
Hablas de la monotonía y estoy contigo, y ojalá hubiera afectado a tu vida y no te hubiera proporcionado este sobresalto tardío, inesperado, para que el ni tú ni nadie está nunca preparado, con el que ni tú ni nadie contamos nunca.
Pero es verdad que hay ciertas etapas de la vida en las que uno ya tenía que estar exento de cualquier nueva aventura, al menos de este tipo, porque ya han sido bastantes los zarpazos y las huellas que han dejado, como para todavía tener que librar otra nueva batalla contra un enemigo que probablemente haya estado aletargado y esperando el momento para pillarte desprevenido.
Durante muchos ańos has sido mi consejero, mi compańero, esa palabra a la que recurrir segura de encontrar en ella lo que buscaba en cada momento, ese sentimiento con el que sentirme identificada, con el que vibrar al leerlo, con el que emocionarme, cerrar los ojos, sońar, sonreír, querer experimentarlo…
Con tu permiso, eso espero, me he apropiado de muchas de tus expresiones, a las cuales recurro una y otra vez, recordándote. A tu lado he aprendido qué es el amor, a amar y a dejar que me amen, a luchar por él pero también a darme por vencida si es eso lo que me depare la batalla.
He reído contigo, cuando día tras día comías mejillones por aquel amor, maravilloso malentendido de mejillón en mejillón, de beso en beso y cuando me confesaste tu incapacidad para ir al volante de un coche y tu tremenda disponibilidad para ejercer de copiloto ameno y divertido. Me presentaste a la Dama de Otońo, inmensa, grandiosa e inolvidable, me diste la gran oportunidad de conocer a Troylo y de quererlo, me enseńaste las dos cabezas de aquel águila que escondía los más bellos textos de amor, y con todo y con más me hiciste quererte.
Te encuentras siempre a mi alrededor, porque tus libros son tú y tú eres tus libros, y ellos son quienes día a día me acompańan, quietos, silenciosos, pero siempre dispuestos a abrirse y mostrarme lo que guardan en su interior, tanto sentimiento, tantas vivencias, tantas opiniones y tantas palabras de amor.
“Y hablar de amor cuando ya se ha perdido, que es la forma más humilde de seguirlo teniendo” escribiste un día.
Querido Antonio, un día tuve la suerte de acudir a una de las firmas de tus libros, el cual guardo como un auténtico tesoro, ese día te tuve más cerca que nunca y así te sentí, próximo, afable, genial, y hoy aun en la distancia mi corazón se siente también más cerca del tuyo, como un golpe de fuerza más de todos quienes te queremos y admiramos, de todos los que esperamos que esas, las mejores manos en las que podrías estar, sean las que se encarguen de que todo vaya bien y de que pronto, muy pronto, vuelvas a la monotonía de un día a día, esa que nunca se debería de haber roto, al menos por este motivo.


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