Mi tío y su gato.
Aquí vinimos a descansar. Pero nos jorobó, Raimundo, mi tío catalán. Vino cuando Valeria lo echó. De los gritos histriónicos a los llantos más desconsolados, pasando por carcajeantes muecas. También sinfonías nocturnas: tropiezos con muebles, vasos rotos y maullidos de gato pisado. Porque se trajo el gato. Gato soleto, bizco y despeluchado que te mordía cuando lo mirabas fijamente. Leí en algún lugar que descargar la adrenalina es una solución para conseguir sosiego. Leído y hecho: Mamporro va y viene a la geta de mi tío, gato en mano. Óbito gatuno y calma. Raimundo no molestó más, pero me odia.
Torcuato González Toval