Mi trapo

Publicado el 16 octubre 2010 por Chimos

Nunca he sido habilidosa con la costura, de ahí que me decline más por labores como el ganchillo o los bolillos, lo de cortar y coser es algo que no llevo muy bien. Mi labor de almazuelas quedó aparcada al notar que finalmente el resultado no era cuadrado, había hecho mal uno de los patrones. Algún día tendré que hacer algo, pero todo llegará.

A lo que iba, cuando era pequeña, además de hacer baloncesto, me gustaba ganchillar como veía hacerlo a mi madre pero en la escuela había niñas que iban a bordar. ¡Que bonito sonaba eso de trabajar con hilos de colores!. No sé ni como conseguimos que mi madre sacara de donde pudiera esas 100 pesetas que la vecina cobraba por tenernos entretenidas en el sótano y que pretendía emplear en sacar el carnet de conducir.

Para mí lo peor fueron los primeros días, semanas, que sé yo, meses, se me hizo eterno hacerle la bora al trapo, primero hilvanarlo y luego coserlo. ¿Pero aquí no se enteraban que lo que yo quería era bordar? Cuando empezamos con la vainica la cosa ya empezó a gustarme un poco más, ya empezaba a ver dibujitos, pero acababa el curso escolar y yo aun no había empezado con los colores, la última semana calcamos el dibujo de la primera labor y me explicó cuatro cosas para hacerla en el verano, en casa. Todo el curso para ir a aprender a bordar y luego resulta que empiezo a bordar sola en casa.

El curso siguiente ya fuimos a por faena, ves, ¡la de pasta que se hubiera ahorrado si me hubiera hecho la bora mi madre! Empezamos a hacer bodoques y calados.

Chus le bordó unas sábanas para la cuna de su hermanita Leticia mientras nosotras nos burlábamos del nombre, de telenovela, que habían elegido para ella.

M. del Mar, la mayor, nos enseñó algunas palabras malsonantes propias de los adultos y de los niños más “grandes” mientras explicaba como debería actuar la justicia ante los escandalosos casos que veíamos en nuestras teles en blanco y negro, bueno Ani e Isa ya veían a Espinete en color, pero a mi no me hacía falta.

Y entre anécdotas, noticias, chistes de lepe y demás pasábamos las tardes que no había entreno en aquel oscuro sótano haciendo nuestras trenzas de nuevos colores.