En Mijas Costa, a martes 8 de junio de 2014.
Desde ayer somos uno menos en la familia. Y es que la vida es igual para todos; tenemos el mismo principio, un enlace diferente según la cultura y el estatus económico, pero el mismo final. Dependiendo de las circunstancias de cada cuál unos abandonaremos nuestra existencia corpórea antes que otros, aunque por ley de vida los más mayores se irán marchando para dejar sitio a los más jóvenes. Eso fue lo que sucedió ayer. Mi bisabuela materna, que en paz descanse, era la persona más beata de la familia (concretamente noventa y seis años) y obviamente su descanso eterno se auguraba próximo, es por ello que hoy en su funeral nadie haya derramado lágrimas amargas, ni siquiera la tristeza ha hecho amago de presencia en la iglesia. Huelga decir que la ceremonia se aconteció de forma sencilla, sin mucho alarde al fallecimiento y, sobre todo, con la ausencia de seres queridos que dedicaran unas breves palabras en su memoria. Vamos, lo de siempre. Un desconocido sacerdote que lee un versículo hablando de Jesucristo y que nada tiene que ver con lo que nos compete, y que posteriormente lanza agua a la tumba como si de un exorcismo se tratase. En definitiva, un funeral insulso y carente de personalidad y cariño. Este acontecimiento ha despertado en mí la necesidad de dejar por escrito mi última voluntad en el caso de que me fuera antes que mis padres y tíos, ya que mi madre no quiere ni oír hablar del tema, pero ¿y si mañana falleciese por algún motivo? Organizarían una ceremonia siguiendo unas pautas que no son acorde a mis creencias y sentimientos sintiéndose insultada mi persona y mi memoria. Mi funeral perfecto es económico, sencillo y se asemeja mucho al estilo estadounidense. Lo primero de todo, donaría todas las partes donantes de mi cuerpo a aquellos que lucharan por sobrevivir. Seguidamente, me gustaría ser incinerada y que mis cenizas fuesen arrojadas al mar en una playa donde las vistas hicieran honor a mi inteligencia, pero también me gustaría que guardasen un 10% de mis cenizas en un bonito jarrón que estuviera pintado como si se tratase del Universo y que tuviera grabado el siguiente epígrafe; "Cuerpo de mujer y alma de guerrera, no tengo miedo tengo corazón de aventurera", los seguidores de Lara Croft sabréis de qué frase se trata. Y por último, para mí sería todo un honor y una muestra de cariño el hecho de que fuesen mis seres queridos los que hablasen de mí ante el micrófono, que recordasen anécdotas alegres y que estuvieran felices por haber podido compartir todos sus años con una persona como yo. Me encantaría que escribieran cartas hacia mí, que reunieran las fotografías más emblemáticas, que las presentaran a modo de collage, que cantaran, que bailaran, etcétera. Desearía que mi despedida fuese como una pequeña fiesta donde todos mis allegados me regalasen una gran sonrisa.
Mi última voluntad es que se tome en consideración esta entrada.
Melodie Rodríguez Luque.