Michel Houllebecq publicaba en 1998 esta novela que recibió el IMPAC de Dublín en 2002 y que se convirtió en un best seller en Francia. Tras leerla estamos convencidos de que los miles de lectores que compraron esta novela no ejercieron como tales. Esta obra maestra de finales del siglo XX nos muestra a un autor en plenitud por los motivos que ahora os comentamos.
El autor nos va narrando la historia de Michel y de Bruno, dos hermanastros con vidas paralelas que son 100% Houllebecq. Los pilares de la literatura del autor están más presentes que nunca en esta obra y quizás las digresiones, que posiblemente sean demasiado largas para los lectores menos avezados, son la única novedad de esta genialidad. Sexo explícito, melancolía, tristeza, una prosa sin recursos estilísticos que el autor va tallando en cada página y un manejo de una historia que primero es caótica pero que luego se va asentando son los ejes sobre los que gira este pedazo de vida de los personajes que nos presenta el autor.
Y lo mejor llega al final. Es la última frase del epílogo donde encontramos la clave de todo, de la novela, de nuestro futuro y de nuestro presente. No sólo por eso estamos ante una obra maestra sino también porque Houllebecq afronta esta novela tal y como lo hacían los novelistas del XIX. Es más palpable que nunca en este texto el deseo del autor no crear un universo para sus personajes sino de meter el universo y el origen del ser humano en una novela. Brillante como pocos, el autor nos hace reconciliarnos con la literatura escrita a golpe de ingenio. Adquisición obligada.