Todos tenemos un secreto inconfesable, una persona que es nuestra debilidad, una manía que nos avergüenza contar, una idea descabellada encerrada en los muros de nuestra cabeza, esa canción que gritamos cuando estamos solos en casa, un ideal de nuestro futuro y también del presente, un sueño a largo plazo, una lista enorme de viajes y locuras que vivir antes de morir y una pasión que nos gusta hacer en solitario.
Hay tantos detalles que nos guardamos y creo que nuestra felicidad depende de esos pequeños placeres. Hay personas que tienen la necesidad de compartirlo todo (algunas incluso por las redes sociales, como si su vida le interesase a todos sus "amigos" del facebook). A mí me gusta disfrutar de mi, hacerme pequeños regalos, divertirme y sentirme feliz conmigo misma, porque la vida me ha enseñado que podemos tener muchos amigos que nos hagan vivir de verdad y reír de verdad, una familia que nos quiere y nos apoya incondicionalmente, un amor que nos complemente y aún con todas esas personas maravillosas nos podemos sentir extremadamente solos.
La única compañía con la que compartimos toda nuestra vida es con nosotros mismos, una parte de la madurez es conocerse, saber valorar el silencio, quererse, mimarse y saber que no dependes de nadie. Los demás son compañeros de viaje, pero si llega un momento en tu vida en el que necesitas estar acompañado las 24 horas del día, algo va mal. A mi a veces me pasa que después de unos días ajetreados de encuentros y salidas. Me apetece aislarme, olvidarme de todo e imaginar que estoy sola en el mundo y en ese momento me siento en paz conmigo mismo. Aprendí que lo vital está en mí. No tengas tiempo para tener prisa (: