... película de 40 minutos dirigida por el director de televisión Alan Clarke, el Bresson de Birkenhead, para la BBC. Rodada en Belfast, nos muestra una serie de asesinatos durante la época del terrorismo del IRA en Irlanda del Norte. Los dieciocho crímenes son ejecutados de la misma manera fría e impersonal, sin mediar palabra. La Steadicam sigue al asesino o asesinos (todos hombres, por cierto), a menudo situada por detrás, como si fuera un asesino más (plano que luego imitaría Gus Van Sant en su «Elephant», que cuenta la matanza en el instituto de Columbine). Es un plano en movimiento que recorre una distancia larga, por la calle, por los parques... La cámara entra en los edificios, recorre pasillos, atraviesa aparcamientos, se cuela en lugares de trabajo, llega hasta las casas, llama a la puerta... Una vez localizada la víctima, el asesino aprieta el gatillo fríamente, realizando varios disparos, y luego huye. La cámara lo acompaña de nuevo, deshaciendo el camino. Luego siempre hay un plano rodado desde un punto fijo, en contraposición al dinamismo de los planos anteriores: nos muestra el cuerpo desmadejado del asesinado, en medio de un silencio espeluznante. El procedimiento se repite con pequeñas variantes hasta dieciocho veces, solo cambian los verdugos y las víctimas (no aparecen más personajes). Estas últimas son gente de toda condición, el espectador (y probablemente el ejecutor) ignora el motivo por el que son ejecutados. No se escucha una sola palabra en la cinta, salvo un ocasional diálogo en un embarrado campo de fútbol, donde el verdugo incluso intercambia unos toques de balón con su víctima. La repetición como medio para insensibilizar al victimario y convertirlo en un ser frío y deshumanizado, carente de empatía: una máquina de matar perfecta. El título de la película hace referencia a la frase con la que el escritor Bernard MacLaverty se refería al conflicto irlandés, «un elefante en la sala de estar», una situación excepcional en la que uno tiene que aprender a sobrellevar la presencia de ese elefante si quiere seguir viviendo con una cierta normalidad (de hecho a ese conflicto se le denominaba eufemísticamente The Troubles (los problemas)). Alan Clarke prescinde de la utilería habitual en el cine para contar una historia: una trama argumental, unos diálogos o una música que enfatice ciertos momentos. Una imagen vale más que mil palabras...