Aquella mujer, animal político donde los haya, triunfó en la vida. A punto estuvo de llegar a presidenta de una nación. Fue solicitada por una empresa de cazatalentos... Un día aciago, aparcó en un carril bus y fue multada: una multa corriente y ciudadana. Su inflado ego no lo pudo soportar. La vimos todos contrita en la confesión pero soberbia en la penitencia, valiente en el verbo pero cobarde en la huida. A ella se le cortó la digestión de su proverbial mala leche y toda la nación echó unas risas. No ganó ninguna elección más.
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