Se despertó en mitad de la noche y se frotó los ojos. Sentía el globo ocular inflamado, como aplastado por una presión extraña. En la oscuridad creyó distinguir un rostro justiciero. Notó que unos ojos oscuros le miraban mientras el dolor de un dedo invisible sobre sus párpados se tornaba insoportable. En la noche de la derrota, reconoció de pronto su fantasma. Tito Vilanova volvía para vengarse.
Jesús Marcial Grande Gutiérrez