En ese contexto es que me pregunto -y le pregunto, ahora- si los límites están allá afuera o acá adentro. Si el impulso motivador de poder llegar adonde uno se lo proponga es más destructivo que constructivo, y nos condiciona en vez de abrirnos puertas. Hablo de límites que no siempre tienen la forma física de una palabra o el tiempo de una pausa -que no es tiempo-, sino barreras que trascienden este mundo y se instalan en el ideal, y chocan contra el casi desmedido anhelo por "llegar a ser..".El tema es cuando llegar a ser se convierte -casi de modo malévolo- en llegar a hacer. Es un juego de palabras que tiene igual de reglas que de participantes, que nos envuelve a todos y a veces amenaza con asfixiarnos. Habrá que preguntarse entonces si las ideas deben quedar almacenadas en el consciente individual o colectivo, en el inconsciente más profundo o remitirse a ser choque, a ir siempre hacia un adelante que parece no llegar.Pienso que para modificar esa conducta de auto-empuje es necesario empezar por el día a día, por nuestras acciones cotidianas (como suele ocurrir con la mayoría de las costumbres). De ahora en más, cuando tenga que invitar a alguien a hacer algo será a disfrutar más que a hacer algo en concreto. Que la compañía no se transforme en simple visita y, lo más importante: dejar que el tiempo y nuestros pensamientos corran... ¿libremente?.-
Disfrutemos un chupa-Freud..
Se me fue toda la seriedad jajajajaja XD