Dos meses y pico y es como una frontera. Estaba tan tranquila... de muy mal cuerpo, pero confiada, sin ningún miedo a nada. Y ayer, de repente, al entrar en la ducha y sacarme el pijama: Sangre.
Primer sentimiento: Terror. Dios mío no. Por favor otra vez no. Llanto. Sollozos incontrolables. En un segundo han pasado por mi cabeza cientos de imágenes y sensaciones. Cientos de momentos de mi vida; pero especialmente, los dos últimos dos meses... han pasado por mi mente como un rayo. Ha sido como cuando aquella gente que ha estado a punto de morir cuenta: He visto pasar la vida delante de mí. Juro que he sentido eso mismo, pero con todas las sensaciones y momentos de mis embarazos. Sobre este embarazo.
Miedo. Miedo no, pánico. Hago una llamada y hablo con mi madre que viene a casa corriendo. Trae a mi padre. Siempre están ahí. Yo no he dejado de llorar. Pero en cuanto han entrado por la puerta, me calmo. Sé exactamente lo que tengo que hacer. NADA.
Segundo sentimiento: tranquilidad.
Nada puedo hacer. Si sigue el sangrado... no hay nada que pueda detenerlo. Si no es nada y es una sangre vieja que quedó por ahí, se irá sola. Esperar. No iré a ninguna parte. Hago otra llamada a una amiga muy querida y me consuela. Me dice exactamente lo mismo: espera, no hay urgencia.
Espero. Hoy parece todo normal. No hay dolor. La sangre mengua y se convierte en mancha. Lo que tenga que ser, será. Una noche antes tuve un sueño que me llenó de angustia. Me nacía una niña y me la quitaban. "Si tu no la quieres, ¿para qué quedártela? nos la llevamos"... pero yo sí la quería. No la esperaba, pero la quería. La quiero. Te quiero bebé.
Junio comienza así. Y me hace revivir viejos temores, tal vez para que no olvide lo frágil que es la vida. Para vivir cada día intensamente y no dejarla escapar.
