Aquel día tenías las manos en los bolsillos y una mirada falsamente dulce. Mirada de chicle mascado y postura estudiada. Etiqueté tu sonrisa para recordarla. Lo preveo siempre, me sale natural descubrir la falsedad de las promesas. Aún así lo hice. Nada cambió, excepto una cosa: que vi tu miedo tras la sonrisa. quizás hasta aún enamorada. Avanza un poco, os alcanza y te dice algo al oído. Sonríes.
Supongo que es el miedo el que jura y promete. Es más fácil así.
Hoy te acabo de ver en el centro comercial de la mano de tus dos niños, detrás va una mujer sonriente,
Acelero el paso con la esperanza de que no me veas. En ese momento te cruzas conmigo y me miras. Agachas la cabeza y sueltas de la mano a uno de los pequeños.
Fingir que no me viste, fingir incluso que no existo, no borra una falsa promesa ni una falsa sonrisa, pero supongo que te alivia el peso de tantas promesas incumplidas.
Voy al aparcamiento y me dirijo al coche. Imagino que tú vas al cine con la familia feliz que tienes porque la felicidad es como cada uno la dibuja, con falsas promesas incluidas.