En general el ser humano siente ansiedad cuando se enfrenta a situaciones nuevas y en muchos casos cuando cambia radicalmente de ambiente o de rutinas. En los niños ocurre lo mismo solo que en su diminuto mundo. Parece, por tanto, que todos estos miedos o angustias son un mecanismo de adaptación y que en el caso del infante se convierten en un mecanismo protector que le defiende de los peligros que le acechan en los primeros años de vida.
EL bebé, a los 24 meses, experimenta grandes cambios en su vida, aprende a andar con total independencia, lo que supone que el niño advierta que en el mundo hay muchos más peligros de los que nunca hubiese imaginado; además va a aprender a hablar en muy poco tiempo, lo cual significa que puede exigir cosas y ser más explícito sobre lo que quiere y necesita. Con estos grandes avances es normal que el niño, frente a la gran independencia que descubre tener, sienta miedo cuando no tiene a sus padres tan cerca como precisa.
Pero no sólo es responsabilidad del pequeño tener miedo o no tenerlo, sino que son muchas las ocasiones en que detrás de un niño con miedo a separarse de sus padres hay una gran angustia por parte de estos cada vez que tienen que dejarle con otra persona y también sentimientos de culpa de no pasar más tiempo con él. Los niños son capaces de percibir los estados de ánimo de los padres y resulta fácil transmitirle la angustia que sienten los que le rodean. Una de las más completas explicaciones acerca de por qué un niño siente esa angustia al separarle de los padres, se encuentra en la tendencia a sobreproteger a los pequeños. De esta manera no se permite que el niño desarrolle su independencia, que se transforme en un ser autónomo y capaz, que adquiera la facultad de tomar decisiones por sí mismo, etc.
Esta sobreprotección suele estar motivada por las vivencias que los padres tuvieron cuando ellos eran niños, por las vivencias desagradables que ellos recuerdan, porque tuvieron unos padres muy rígidos, severos o poco cariñosos. También es frecuente sobreproteger a los hijos cuando estos tienen algún tipo de discapacidad psíquica o física.
Influencias de padres e hijos en el miedo a la separación
Es importante seguir estas pautas de actuación desde que el niño nace. No se puede pretender tenerlo en brazos hasta que cumpla el año y luego obligarle a ser independiente.
El primer paso es dar seguridad al niño. ¿Cómo se consigue? Creando en él rutinas que le hagan comprender que las cosas siempre suceden de la misma manera, de forma que cuando mamá sale de casa a trabajar, siempre vuelve. En este sentido hay que comprender que el niño no sabe calcular el tiempo como lo hacen los adultos y por ello hay que darle señales de otro tipo; por ejemplo, mientras mamá está en el trabajo, la persona que le cuida le dará de desayunar, le acostará un rato, le bajará al parque a tomar el sol, le dejará un tiempo jugando en su cuarto, le dará de comer, y… ¡por fin llega mamá! Si esto es lo que ocurre todos los días desde que tiene pocos meses de edad, lo más probable es que el niño se acostumbre a que aunque mamá o papá tengan que salir, cuando regresen toda su atención y cariños serán para él.
Aparte de crear un mundo coherente, con sentido, y rutinario para el niño, se pueden llevar a cabo pequeñas pautas de actuación que ayuden a que este miedo normal no se convierta en un problema. Para ello,
- Procurar que desde pequeñito el niño viva ratos de separación de los padres, pero muy gradualmente. Las primeras veces es posible ir a la habitación de al lado y hablarle desde allí mientras él se entretiene con sus juegos; luego dejarle unos minutos con algún familiar mientras los padres salen a hacer un recado; y así paulatinamente, haciendo ver al niño que los papás siempre vuelven.
- No angustiarse por tener que separarse del pequeño. Se le debe transmitir que si se actúa así es porque es la forma correcta de hacer las cosas y no hay otro modo de proceder. Los niños pequeños van a confiar ciegamente en lo que hacen sus padres porque siempre le han hecho sentirse bien. Por tanto se debe aprender a controlar la propia ansiedad.
- Potenciar al máximo la autonomía que el niño está empezando a adquirir. Dejar que haga las cosas por sí solo, que experimente y manipule los objetos siempre que no sean peligrosos, que tome pequeñas decisiones aunque, eso sí, cuando mamá o papá tomen una decisión, deberá respetarla, no se trata de crear un pequeño dictador que impone sus normas, sino un niño seguro de sí mismo e independiente.
- Cuando se caiga o se haga daño, cuando llame imperiosamente pidiendo atenciones, no acudir con urgencia y que en ocasiones acuda otro miembro de la familia de forma que se acostumbre a que sus padres están dispuestos pero no siempre disponibles. Esto le ayudará a experimentar pequeñas frustraciones que a largo plazo le enseñarán a no depender siempre de que los demás le atiendan «caiga quien caiga».
- Tener paciencia, dejar que se equivoque, que se caiga, que se ensucie y así aprenda a hacer las cosas con más cuidado por su propio interés.
- En sus primeros aprendizajes no regañarle porque haga mal las cosas. Esto sólo conseguiría que se encuentre inseguro y tremendamente dependiente de la aprobación de sus padres.
- Es conveniente que los niños aprendan desde muy pequeños a tener contacto y relacionarse con otras personas que no pertenezcan al círculo familiar; esto le hará un ser más sociable y menos dependiente de los padres.