Soňé que te ibas
Y me dejabas sola.
Soňé que nada había vivido,
Que nada fui, ni soy, ni sería.
Me despertó un sudor frío.
Comprobé que aún era de noche,
Acaricié al gato,
Que dormía acurrucado a los pies
De mi cama vacía.
Ententé olvidar...
No pude.
No estabas.
Dudé si estuviste,
Dudé si alguna vez estarías.
De pronto,
Mi piel se tornó fría,
Helada,
Escarcha,
Agonía.
El gato se estiró,
Se acercó a mi cara,
Me miró con ojos de gato,
Profundos,
Azules,
Mágicos.
Lloré y después
Me dormí.
Al despertar,
Ya era de día.
Recuerdo que no estabas,
Recuerdo que yo
Ya nada sentía.
Entonces llamaste
Y oí tu voz.
Reí.
Supongo que es el miedo
A mi propia risa
Lo que me hace
Soňar lo que prometiste
que jamás pasaría.
Pero es que soy así,
De sangre caliente,
De miedos,
De dardos clavados,
De espinas hundidas.
Costará arrancarlos,
Lo sé,
Aunque también sé
Que nada permanece
Toda la vida
Y que ni el mismo miedo
Dura más que la propia herida.