Revista Literatura
Aprietas los dientes.
Y yo me abro paso.
Te oigo pensar, lo haces de forma agónica.
Tus pesadillas se zambullen en sudor y gritos ahogados que saben a mí.
No te atreves ni siquiera a abrir los ojos, la realidad en la que yo estoy aunque haga que te retuerzas de dolor, siempre será mejor que una en la que no esté yo.
No necesito ver como empiezas a sudar, como ese sudor frío te hace estremecer, no necesito verlo pero me encantaría hacerlo.
Tus venas palpitan y tu corazón se acelera.
Desobediente.
Hoy lo he vuelto a hacer.
Sé tantas cosas que jamás te diré. Y te diré tantas cosas que nunca pensaré en realidad, que la línea que delimita la verdad de la mentira, la realidad de la ficción, quedará desdibujada y manipulada entre mis manos.
Al igual que tú.
Pero tú, miénteme, dime que estarás siempre a la altura, que no te rendirás, que con cada golpe te fortalecerás y como un fénix, resurgirás de tus cenizas cuando yo te prenda fuego. Miénteme porque sabes que lo deseo. Y a fin de cuentas, es lo único que importa.
Y cuando más cerca estemos de fin, lo volveremos a hacer...