Escribes historias imaginarias descuidando la realidad de la nuestra. Mientras, yo despliego mis armas de inútil seducción dentro de un picardías demasiado corto y transparente. Con un ensayado gesto seductor, te alargo una copa que bebes de un trago, sin mirarme. Me siento ridícula y torpe. Corro hacia el baño y le arranco a mi rostro un maquillaje que no llegaste a ver. Dentro de mi cómodo y antisexy pijama de franela, me meto con tu último libro en la cama. Tú, tecleas y tecleas quien sabe qué emocionantes vidas. Yo te añoro. Abro el libro y retomo la lectura en el punto que la dejé ayer: “ella se siente desgraciada y sola pero él no lo sabe.”
Texto: Yolanda Nava Miguélez