Revista Literatura

Miguel  Hernandez y Vicente Medina. Miguel Hern...

Publicado el 29 junio 2012 por Carmen

Miguel  Hernandez y Vicente Medina.


Miguel  Hernandez y Vicente Medina.





Miguel Hern... Miguel Hernandez
Miguel  Hernandez y Vicente Medina.





Miguel Hern... Vicente Medina

En 2010 se cumplirá el centenario del nacimiento de Miguel Hernández, el poeta de Orihuela, que en 1933, publicara, en Murcia, su primer libro, ‘Perito en lunas’. Pero hay otra relación con Murcia en su obra: la de los poemas que escribe en 1930 cuando buscaba su propia personalidad imitando a algunos maestros, entre ellos al poeta de Archena Vicente Medina. Aunque hay que advertir cierta independencia en el joven Hernández, tienen relación con Medina las dos composiciones que en dialecto murciano, o utilizando las variedades meridionales, dio a conocer en ‘El pueblo de Orihuela’: ‘En mi barraquita’, el 27 de enero de 1930, y ‘Al verla muerta’ el 10 de febrero. La primera posee cierta relación temática con Medina, ya que trata el tema conocido del aire murciano ‘La barraca’ y refleja en ella la desolación de la expulsión tras las malas cosechas, aunque difieren en su enfoque, ya que la de Medina es un canto de gozo al lugar ameno en que el huertano vive, y la de Hernández un dolorido canto de expolio. En realidad, este poema está más directamente entroncado que con ‘La barraca’, de ‘Aires murcianos’, de Medina, con su antecedente, el poema dieciochesco de igual título que estudió Juan Torres Fontes, composición anónima, en la que el huertano se quejaba ante las ordenanzas de destrucción de las barracas. Incluso, ante las malas cosechas y la sequía, con el aire murciano que también podemos relacionar el poema hernandiano, es con el conocidísimo ‘Cansera’. El panorama negro de la huerta sin cosechas en Hernández (”Han venío las güeltas malas, mu remalas. / ¡Créalo! No han habío cuasi ná e cosechas: /  Me s’heló la naranja del huerto; / no valió la almendra / y las crillas del verdeo, el río / cuando se esbordó, de ellas me dió cuenta / que las pudrió tuicas: no he recogío / pa pagar la jüerza!”) evoca conocidos versos de ‘Cansera’. Y el modesto orgullo del huertano de vivir en su barraca, en la que ha nacido, presente en Hernández  (”¡Tenga osté pacencia! / ¡Ay! no m’eche, no m’eche por Dios /  de la quería tierra, /  que yo quió morirme / ande yo naciera / ¡En mi barraquica llena de gujeros, / de miseria llena!”) lo hallamos en ‘La  barraca’ de Medina, aunque en la del poeta murciano el tono es optimista. El segundo poema, ‘Al verla muerta’, se encuadra en los argumentos habituales de Medina, en relación con la muchacha joven muerta inesperadamente, y que está representada, entre otros, en el aire murciano de Vicente Medina ‘Naïca’: “¡Vide el ataulico / con la zagalica!… / Al laïco el mozo / lloraba y gemía, / iciéndole lleno / d’angustia unas cosas / que el alma partían”. En Hernández, se respira la misma desolación: “La vide anoche muerta… ¡Qué hermosa! / En la mesica paecía dormía… Me entró una cosa…, / una de lloros cuando la vide con la mortaja, / rodiá de cirios, blanquica y maja / como una rosa…” El lenguaje que Hernández reproduce no es el de la huerta de Orihuela, sino el lenguaje de Medina, ya que la imitación no era lingüística ni dialectal, sino literaria: igual que se ejercita con una décima de Jorge Guillén o con poemas de Bécquer o Rubén Darío, se adiestra con Vicente Medina sin reproducir el lenguaje de la huerta oriolana, ya que es llamativo que no se refleje el seseo, uno de los rasgos fónicos propios de esta zona. Pero ese no es el caso de la tercera composición dialectal relacionada con Medina, ‘Postrer sueño’, (’El Pueblo de Orihuela’, 29 de julio de 1930), que mezcla texto en castellano normalizado con los parlamentos de los personajes en variedad dialectal, algo insólito en Medina. Ahora hallamos el característico seseo inexistente en el poeta murciano: “Ascucha, ascucha: / cuando me muera, /antes de alsarme de la camica /pa ir a tenderme sobre la mesa, / saca del arca / la saya blanca, la toca negra, /los sapaticos de tersiopelo, / el pañolico de fina sea…”. Aunque sí son relacionables con Medina los motivos de la muerte de la muchacha y del novio que está en la guerra, recogidos en el aire murciano ‘La novia del soldao’. Sin embargo, este poema tiene poco que ver ni lingüística ni literariamente con Medina. A la altura de julio de 1930, cuando Hernández se despide de los experimentos dialectales, ya estaba alejado del poeta de Archena.
Miguel  Hernandez y Vicente Medina.





Miguel Hern...



Aires Murcianos Vicente Medina Si las miraicas queman, aun queman más las palabras, y aún queman más las poturas de los que en el corro báilan. Miraicas de cariño  miraicas de rabia; unos que no se puen ver y otros que a verse no se hartan... Cariños, celos , y envidias que recomen as entrañas: los que una ojeriza tién y relamen la venganza que la llevan escondía como el hierro de la faca; los que rumban y guapean porque en tó triunfan y ganan y lo mesmo entrincan báile que dimpués lo desfaratan.
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Cosicas que el sol alumbra debajo d´aquella parra, ande zurren las postizas y con intención se canta, ¡ande está, de las morenas, la reina de la comarca!
Miguel  Hernandez y Vicente Medina.





Miguel Hern...
Miguel Hernandez

Las abarcas desiertas
Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.
Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.
Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.
Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.
Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.
Toda la gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.
Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y un mundo de miel.
Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.
Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.





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