“Tenés como mil kilómetros en el cuerpo”-me dijo hoy a la mañana. El contexto del diálogo es el casi final de varios meses entrenando para correr 42 km. Si señores, para correr una maratón se suman antes casi setecientos kilómetros, entre entradas en calor, fondos y pasadas con cambio de ritmo. Kilómetros tatuados en el cuerpo, al lado de las mil cicatrices y de los mil sentimientos que afloraron en cada pisada.
El otro día me tiraron una teoría sumamente interesante y a la que adhiero. Vendría a decir algo así como que cada célula contiene una o varias emociones; y la actividad física no sólo saca a éstas células de su letargo y funcionamiento a media máquina, también puede ser un detonador y despertar de las emociones.
Me imagino corriendo y mis células -una especie de bolitas de colores como la de los peloteros-, moviéndose rítmicamente. Y dentro de las bolitas todo lo contenido estallando como si fueran pequeñas galaxias naciendo.
Emocionalidad pura y multiplicada a la enésima potencia. Piel de gallina, sentimientos adormecidos saliendo a flor de piel junto con la sal y la transpiración. Entonces… no era gratitud solamente por haber llegado a la meta. Era que se estaban descongelando las pelotitas de hielo dentro de las pelotitas de colores.
¿Te acordás que nos íbamos a dar un millón de millones de besos? Lo recordé en uno de los fondos. Pensábamos que teníamos tiempo y ganas. Tiempo tuvimos, pero se nos fueron las ganas a la mierda. Luego de tantos días escribiendo sobre el tiempo, entiendo que más importante son las fucking ganas: de vivir, de amar, de correr, de intentarlo, de llegar a la meta, de saltar los miedos. Ganas de arriesgar. Ganas de tener ganas. Ganas locas. Porque las ganas a medias no son ganas.
Entiendo… entiendo todo. Afuera hay gente imposibilitada: no puede manejar el tiempo, ni los miedos, ni las ganas. Afuera la gente se suicida. El tiempo que les queda les parece excesivo. Excesivamente doloroso, excesivamente largo. La vida que no se estaría terminando más, la vida como una constante sucesión de hechos grises, desafortunados, insípidos y dolientes en donde no se da más. La vida sin ganas no es vida. El tiempo sin ganas es obsoleto.
Mil kilómetros en el cuerpo, y todos fueron con ganas.
Patricia Lohin
Anuncios