No es el primer ejemplar que llega a la vida de Marisa, defensora a ultranza de todo animal que se cruce por su camino; de hecho, fue recibido con bufidos por Katuna, la gata que reina, señora, en cada rincón de la casa. En cambio Luna, la perra golden retriever tan amigable como confiada, aceptó rapidamente al pequeño intruso con visibles muestras de afecto incorporándolo a la vida cotidiana, a punto tal que ambos comparten el traslado a la casa de fin de semana cuando la familia busca un respiro del ritmo veraniego de la ciudad.
Con la parsimonia de un viajero experimentado, Milo se introduce en el transporte que lo contiene hasta el arribo a su hogar alternativo, donde se instala felizmente en el sofá que resulta enorme por contraste con su mínimo tamaño. Y allí aguarda las caricias que le serán dispensadas por toda persona que se encuentre cerca: Milo es una pequeña estrella, y se encuentra plenamente consciente de su condición.
Adriana Varela debe el apellido artístico a su ex esposo, padre de sus dos hijos y de profesión tenista, quien fue el primero que la impulsó a dedicarse al canto; ella, que venía de una formación cientificista y se nutría del psicoanálisis y la ortodoxia universitaria, negó su vocación hasta que el llamado fue tan fuerte que rompió lazos y dio el salto al vacío.
Sus orígenes musicales buscaron el rock: acordes de The Beatles y Rolling Stone, el flaco Spinetta y Silvio Rodriguez resonaban en sus oídos desde la adolescencia, hasta que la película Sur y la voz incomparable del Polaco Goyeneche la sumergieron en el origen bohemio del tango y en la reivindicación de su historia. Adriana fue al mítico Café Homero y le ofrecieron cantar: el Polaco estaba acodado en la barra y ella sintió la necesidad de pedirle disculpas luego de su breve intervención. Él le respondió que debía cantar tango y fue el comienzo de un padrinazgo que se extendió hasta la desaparición fìsica de su mentor, al que tributa amor y agradecimiento eternos.
Y tal como le indicara Goyeneche, la Gata y el tango se fusionaron en la voz arrabalera de la cantante, quien lo interpreta a sabiendas de que el tango es poesía, compromiso y desafío desde una marginalidad histórica y masculina, que cuestiona el orden establecido pero también sufre por amor hasta los huesos y encuentra la redención en ese dolor.
Sin medias tintas, a puro fuego, Adriana Varela hipnotiza con su impronta que transmite una fortaleza imponente y constituye a su vez una nota subyacente vulnerable que impregna sus interpretaciones únicas. Algo de ésto transmitió su amigo Cacho Castaña en el tango que le dedicó años atrás: “…Parece medio loca y que provoca / porque el tango en su boca es un gemido / parece que ya nada la sorprende / parece saber todo de la vida / parece, pero no es lo que parece / es una gata herida”.
Interlude
Amouage es una casa omaní de perfumes cuyo fundador, el príncipe Sayyid Hamad bin Hamud Albusaid, tuvo en miras crear fragancias basadas tanto en la madera de agar como en el frankincienso, que integran la cultura omaní desde hace más de dos milenios revelando el carácter artístico de la perfumería en Arabia. Cada perfume cuenta una historia y su elaboración, en base a materias primas de excelente calidad, resulta un proceso exigente que demanda todo el tiempo necesario hasta que se logra el resultado esperado. Los frascos dirigidos al público femenino evocan a la Gran Mezquita del Sultán Qabus y el logotipo frontal recuerda al sello real.
Interlude es una fragancia inspirada en la sensación que brinda una pausa, un momento de reflexión y descubrimiento de serenidad en el caos externo que nos rodea: bergamota dulce y pomelo amargo crean un contraste inicial que cede cuando emergen la rosa damascena, el jazmín y el azahar conjuntamente con la cualidad herbácea del opopanax adunada al incienso, hasta arribar a las notas de fondo del ámbar y la vainilla, que van equilibrando el caos de cuero, almizcle, oud y haba tonka.
En Interlude se fusionan todas las notas de manera armónica y, aunque cada piel recepta las fragancias de modo personalísimo, creo que el efecto hipnótico de madera e incienso resultará común en las usuarias: una especie de halo potente pero tenue, que irrumpe alrededor como un abrazo e invita a respirar hondo, sentarse en silencio y agradecer el instante.