Mimesis cultural

Publicado el 07 abril 2013 por Orientalia @orientweet

Las formas de transmisión de rasgos culturales que se materializan en todos los aspectos de la vida de cualquier sociedad antigua pero que la arqueología sólo nos permite descubrirlos en sus manifestaciones artísticas y su tecnología han sido un tema muy discutido desde que se empezó a hacer Historia. Es a raíz del surgimiento de estudios acerca de las colonizaciones -tanto de la antigüedad como de la modernidad- cuando han supuesto un verdadero reto y un quebradero de cabeza para los especialistas.

La variabilidad de los contactos, de las situaciones, del tiempo y la forma en que se produjeron nos arrojan un panorama verdaderamente laberíntico que en algunos casos puede llegar a ser desalentador.

Uno de los momentos más interesantes de lo que podríamos llamar un fenómeno contractual fue cuando la sociedad romana quedó fascinada por la cultura griega y cómo los propios romanos entendieron tal impacto.

La aristocracia tradicional fundacional de Roma siempre se mostró poco receptiva a incorporar rasgos ajenos a su cultura pero es que además el exotismo y el desconocimiento de las costumbres orientales siempre fueron percibidas como aberrantes por la élite republicana. No fue hasta el final de la República cuando el panorama cultural heleno terminó por conquistar al romano. El más claro reflejo del nuevo panorama podríamos decir que se materializó con la construcción del primer teatro en piedra en el año 55 ANE, obra de Pompeyo. Hasta esa fecha habían sido construidos en madera para garantizar su “temporalidad”.

Dicho cambio no supuso una total suplantación sino una transformación de la cultura griega en una nueva forma de expresión, lo que desde mi punto de vista ocurre en todos los casos, incluso en la actualidad. “El carácter transformador de la imitación hace posible pensar en la mimesis como algo más que una mera copia” (Alicia Jiménez, 2010). Es más, supuso el inicio de un cambio en la mentalidad de la clase dirigente romana que vio una vía de consolodicación de su poder por vía de la inegración de los usos y costumbres de los pueblos incorporados a su esfera de poder. El más claro ejemplo es en el ámbito de la religión dónde se permitió una total tolerancia de los dioses indígenas y muchos de ellos fueron incorporados al panteón oficial. Isis llegó a ser uno de las deidades más importantes pese a provenir de un reino que siempre fue visto y vendido en la ciudad de Roma como el ejemplo a evitar. Los romanos imitaron la cultura griega en multitud de formas. Según Wallace Hadrill (1.998) en un intento de reafirmar su romanía aunque otros son de la opinión que era un ejercicio de poder y de distinción frente a la plebe (el periodo orientalizante que afectó a todo el Mediterráneo también ha sido entendido desde este principio.

La raíz del concepto de mimesis la encontramos en su traducción latina de imitatio. Pese a que se encuentra registrada desde al menos el siglo V ANE raramente aparece en los textos. Platón (s. IV ANE) fue el primero en referirse a este término tan asiduamente que llegó a ser parte esencial de su filosofía. Mimesis es tratada en su forma más explícita en su famosa alegoría de las cavernas y otros pasajes de Su República (libros 7 y 2; 3 y 10, respectivamente). Para Platón los objetos físicos y eventos son simples copias o “sombras” de su idea y formas perfectas. En este sentido ofrece una visión.

Los autores latinos como Séneca consideraban que una buena producción literaria tiene que parecerse tanto o más que diferir de su modelo o modelos. Horacio subrayaba la importancia, incluso necesidad, de contemplar noche y día las obras escultóricas griegas como forma de inspiración. Es indudable que para la sociedad romana la misma recogida de ideas poseía un marcado poder transformador y la inspiración a través de modelos ya realizados jamás producía una obra idéntica. Por ello, no podemos referirnos a ellos en los mismo términos que en la actualidad dónde si disponemos de técnicas y formas de reproducir arte y objetos de forma idéntica. Podríamos decir que el plagio no existía o, al menos, la sociedad romana era incapaz de concebirlo.

Lo más interesante al estudiar la copia o intercambio de ideas, usos y/o costumbres, técnicas, arte… yace en comparar lo que había antes de producirse el contacto y lo que prevalece después. Los motivos por los que se mantiene una tradición o se incorpora otra. Si se trata de una imposición, una adopción o una adaptación de esa innovación que ha llegado a una sociedad que tenía otra forma de acometer una misma situación pero que de forma repentina o gradual la cambia… Todos son parámetros de fuerte carácter antropológico cuyo estudio resulta de muy difícil estudio para la arqueología pero que en la mayoría de los casos no puede ser acometido desde otra rama al carecer de documentos u otra fuente de información. Por esa razón, un sector de la historiografía actual ha querido trazar una fina relación entre las colonizaciones decimonónicas y las de la antigüedad para de ese modo aproximarse a los modos de contacto que pudieron haberse producido y el consiguiente intercambio y/o adopción cultural. Obviamente, el riesgo radica en que ni las culturas en contacto eran las mismas, ni la tecnología, ni los intereses de las potencias colonizadoras… por citar alguna de las muchas diferencias.

El mejor representante de mimesis en los procesos coloniales del período romano, se puede apreciar en sus ciudades y colonias. Los magistrados locales trataban de realizar obras públicas con el único fin (obviando el evergetismo) de convertir su ciudad en una copia perfecta de Roma. Dicha pasión parece que ha llegado hasta nuestros días dónde cada ciudad digna de ser considerada moderna trata de construir el rascacielos más alto siguiendo la estela neoyorquina o incluso al acometer los propios trabajos arqueológicos dónde se prima la ubicación del teatro, anfiteatro por encima de otras áreas que puedan arrojar más información.

La acuñación de moneda propia y la adopción del panteón romano fueron otros de los mecanismos más usados como imitación para integrarse en el mundo romano. Lo curioso es que tanto en las monedas y estelas votivas aparecen epítetos en las denominaciones de los dioses, productos, cargos políticos… de clara procedencia local lo que refleja la importancia y la pervivencia de la tradición indígena junto con la romana que sólo pudo producirse por el contacto de dos sociedades culturalmente valiosas y mutuamente reconocidas, con el mismo sentido sincrético de respeto e integración cultural pero con sistemas organizativos y políticos diferentes que fue la razón por la que Roma prevaleció por encima pero de ningún modo llegó a remplazar.

Al igual que Roma “imitó” a su manera el legado griego, lo mismo ocurrió y había ocurrido en otras situaciones de contacto o coloniales, tanto en la Península Ibérica como en otras zonas del mundo conocido.


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