MiniCuento XXVII: Tras la pelea

Publicado el 06 mayo 2014 por Anilibro @anilibro

Hoy toca un MiniCuento basado con un encuentro real. La escena la presencié el otro día en mi barrio. Por supuesto el trasfondo ha salido de mi cabeza pero a veces te encuentras en situaciones horribles que seguramente sean peor aún que lo que nos imaginemos. Aunque sea muy usada la frase aquí viene como un guante. La realidad siempre supera la ficción. Espero que os guste:

El viejo le palmeaba la espalda del joven con una mano, mientras con la otra hacía equilibrios con el cartón de vino. Su sonrisa contrastaba con la del adolescente, amoratada e hinchada por los golpes recibidos. Apenas podía sostenerse. El mundo le daba vueltas y se teñía de rojo y amarillo a cada paso que daba. La sangre le corría por la mejilla y el cuello, procedente del ojo amoratado y de ambos oídos. Se apoyó sobre un coche y hundió la cabeza entre los flácidos brazos, ya sin las fuerzas con las que comenzó el combate hacía una hora. Intentaba recuperar la compostura para llegar a su casa.

La desdentada risa del viejo borracho se escuchaba por toda la calle. Sonaba como los estornudos de un perro. El crío había perdido contra aquél ecuatoriano que le sacaba quince años y treinta kilos, pero aún así habían sacado 500 euros. Aunque, el pobre infeliz creía que peleaba por 300 a dividir entre el viejo y él. El viejo le daba ánimos y le metía el cartón en la boca, en un intento de congraciarse con su socio. Si se recuperaba pronto podrían pactar otra pelea en otro garaje en un par de semanas.

Los viandantes cambiaban de acera, mucho antes de llegar a su altura. La calle no era demasiado transitada la mayoría de las horas, pero justo a esa, era la salida del colegio y era de obligado paso para muchos de los padres. El joven levantó la cabeza un poco, lo justo para ver por la otra acera a los padres tirando de los críos. Levantó los hombros para que no viesen su deformado rostro. No se merecían tener pesadillas esa noche. Se preguntaba qué había pasado en su vida para llegar a este momento. ¿En que se había equivocado? ¿En qué momento empezó a torcerse, hasta el punto de tener como único amigo a este borracho que le había vendido por tres míseros billetes? “Iba a cambiar” se dijo, aunque sabía que era ya la milésima vez que se lo había dicho a sí mismo y que no era más que otra mentira.

FIN

Nos leemos en el siguiente capítulo.

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