Como muchas veces, ese día bajé al sótano de casa. Mi padre tiene allí el jamón y no podía resistirme a cortar algo para la cena. Raro en él, esa noche mi insistió que no bajara, que siempre le destrozaba el jamón con mis cortes a lo loco y, medio en broma, me avisó que durante estos días en el que que el otoño se hace más patente, la temperatura baja más de lo normal y se escuchan murmullos entre las paredes y techos abovedados del sótano.
“¡Qué tonteria!”, pensé, pero me vino a la cabeza lo que comentaban los antiguos inquilinos de la casa: que al otro lado de las centenarias paredes había comunicación con una de las galerías que recorrían los forzados durante su camino de la Cárcel a la Mina.
En el segundo corte, oí un chasquido de dedos y al volverme vi a un hombre vestido de rojo que me dijo: “no deberías haber bajado, es hora de renovar al personal...” Fotografía: minube.com/Pedro Jareño