Más que mi opinión, podemos considerarla la opinión de mi primita, a la cual le regalé el libro. ¿Quién mejor que un niño para hablar de él?La historia, simplemente, le encantó. Para nosotros 28 páginas es coser y cantar, pero a ella (y a cualquier niño de seis años), que está iniciándose en la lectura, le parece todo un mundo. Se detenía mucho en las ilustraciones, que son dignas de ver. A mí los libros ilustrados me encantan, me puedo pasar largo tiempo mirando un dibujo, apreciando los colores, las tonalidades, las líneas... y eso que no hago el Bachillerato artístico, que si no...
El libro nos cuenta la historia de Lucía y su perrito Pegotes, que siempre están sucios. Parece ser que les gusta mucho jugar y hacer todo tipo de travesuras, que a los más pequeños les encantan. Sin embargo, un día viene visita a casa, y su madre la encierra en su cuarto, porque le da vergüenza que los invitados la vean sucia y piensen mal de ella. Pero Lucía no se conforma y... se escapa. ¿Cómo? Por la ventana de su cuarto, con Pegotes en brazos. Sin embargo, resulta que en esa escalera había un pintor, que se asusta al sentir que la escalera se mueve, y... ¿qué pasará? A mis diecisiete me he sentido de nuevo niña, pero a la vez he entendido una idea principal en este cuento: las apariencias nos engañan. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda, ¿no? Pues con algo parecido a esto nos encontramos.Os puedo asegurar que me reí mucho con el final, ¡los niños son tan geniales! ¿Pensáis vosotros lo mismo, o sois de los que ve uno y sale corriendo?