Revista Diario
Miradas
Publicado el 23 mayo 2017 por LaikaDescubrió su propia imagen reflejada en el espejo y se llenó de asombro. Apenas se reconocía. Se había formado una idea de ella misma, que no se parecía en nada a la que se vislumbraba en el cristal.
Ocurre muchas veces que cuando nuestro verdadero yo se refleja tan cual es, no lo reconocemos fácilmente.
Quizá nos hemos formado falsas expectativas respecto a nosotros mismos y aunque caminamos por la vida con distintas mascaras que esconden nuestra esencia, al final cuando menos lo esperamos aparece y se refleja nuestro interior limpio, claro, transparente como la verdad misma.
Desnuda el alma entonces de hojarasca vana, ocurre el gran milagro de la aceptación personal y la luz sale a nuestro encuentro con todo su esplendor y belleza.
En el fondo tenemos miedo de mirar dentro, de aceptar aquello que vemos, y así vamos caminando sin apenas ver pero sin querer complicarnos demasiado.
Lo peor de todo es aceptar el engaño y alejarnos de la luz por miedo. El miedo es capaz de paralizarnos y hacer de nosotros un pelele inútil y conformista.
Mirar de frente el problema, significa asumirlo y poner los medios para su pronta solución.
La verdad se esconde en esa mirada valiente que se alza como un reto, una aventura, un camino nuevo por recorrer.
Pero hay que atreverse a mirar.
Si negamos la mirada, dificilmente llegaremos a la verdad.
La verdad a veces es incómoda, pero no por eso se la ha de ocultar.
Podemos también romper el espejo para no ver, evitándonos muchos problemas aparentes, pero no se adelanta nada cerrando las heridas en falso.
Una mirada puede sanar, aquietar, cicatrizar...tan solo hay que hacer el esfuerzo de atreverse a mirar.