Revista Diario
Miradas
Publicado el 20 mayo 2018 por LaikaSoy de natural curiosa, intuitiva, con capacidad de asombro, observadora, con el ojo siempre atento a lo que ocurre a mi alrededor o a través del objetivo de mi cámara.
La mirada es capaz de trasmitir un cúmulo de sensaciones maravillosas. Las miradas forman parte de la comunicación no verbal y nos enseñan infinidad de cosas de los demás.
Dice Gustavo Adolfo Béquer: "El alma que hablar puede con los ojos también puede besar con la mirada" Y también se suele decir: "Los ojos son las ventanas del alma" Quizá podamos disfrazar las palabras, pero la mirada cargada de emociones es más difícil.
Pero bueno tampoco pretendo traer aquí un tratado sobre la mirada. Simplemente os voy a relatar las pequeñas cosas que mi mirada ha contemplado a lo largo de la semana.
Es lunes y camino por la plaza sin prisa. Comienza una nueva semana y me dispongo a vivir con toda la intensidad de la que soy capaz. A mi derecha un obrero toma su bocadillo de mortadela al sol. Es un muchacho joven de algún país sudamericano. Le observo al pasar y me conmueve su actitud . Saborea con fruición su almuerzo mientras le da a la teclas del móvil. Quizá esté poniendo un WhatsApp al amor de su vida, o lea el periódico o la prensa rosa. También se me antoja que rumia su soledad en un país que no es el suyo añorando sus raíces. También puede ser que por las circunstancias de su país, esté mejor aquí. Le sonrío al pasar mientras le doy los buenos días. Por un instante su mirada se cruza con la mía y me devuelve la sonrisa. El sol se detiene para contemplar la magia de un saludo en la mañana.
Un poco más allá unos niños muy pequeños juegan en el nuevo parque que el Ayuntamiento les acaba de poner. A su cargo los abuelos se afanan por ir tras ellos no sin esfuerzo. Hace años que el cuerpo no responde como antes. Algunos sobrepasan los setenta años. Ahora se tienen los hijos demasiado tarde.
Aun así se refleja en su cara la felicidad más completa. Ser abuelo es volver a ser padre, pero tomándote la libertad de ser permisivo y disfrutar de otra manera.
Una nena muy pequeñita viene hacía mi corriendo, dispuesta a alcanzarme. Me agacho para ver su preciosa carita que me busca picarona. Le beso su pequeña manita, mientras su abuelo la intenta atrapar.
Una vez que lo ha conseguido gracias a que la retengo, se despide con un adiós recién aprendido.
Es martes y me dispongo a ir al centro. Para ello tomo el autobús al pie de casa. Aquí le llaman "La Villavesa" . El origen del nombre proviene de "La Villavesa" la primera sociedad destinada al transporte de pasajeros interurbano que tenía su sede en Villava surgida en los años veinte.
En apenas un cuarto de hora, estoy en el centro. El cielo amenaza lluvia y he venido sin paraguas.
Comienzo a caminar deprisa porque unas gotas de agua comienzan a calar mi chaqueta. Observo a los viandantes de muy variadas nacionalidades en su ir y venir por la Avenida Carlos III . Pamplona se ha convertido en una ciudad cosmopolita en pocos años.
La famosa calle Estafeta tiene un encanto muy particular. Algunos turistas merodean en grupos por las esquinas. En los escaparates lucen las pastillas de café y leche "Dos Cafeteras"con la misma fórmula artesana desde 1886 como incentivo para llevarse de la ciudad un dulce recuerdo.
A la vuelta, el autobús se va llenando de jóvenes estudiantes que salen de clase en los institutos cercanos. La algarabía propia de su edad, las risas cómplices, las voces, las confidencias se adueñan a lo largo del trayecto hasta llegar a casa. Algunos son desgarbados, con la cara afilada y numerosos granos que la afean. Otros de rasgos perfectos y con su belleza recién estrenada , desafían al mundo. Inseguros a veces, llenos de vitalidad, laboriosos en algún momento, audaces, creativos, ilusionados, valientes, perezosos, con la alegría a flor de piel y con el atrevimiento descarado en la mayoría de sus actuaciones. Son el futuro y me fascina observarlos.
Es miércoles y salgo a hacer la compra en el barrio. Me encuentro con mi vecina, Victoria. Victoria tiene tres o cuatro años más que yo, el pelo blanco inmaculado y una sonrisa encantadora. Va acompañada casi siempre de su perrita, Nora. Cuando Victoria sonríe, se ilumina el barrio y hasta el mundo entero... Es de esas personas con luz propia. Siempre va a la última con colores alegres y muy elegante. Me gusta charlar con ella, porque es de las mías...jejeje.
Una mujer libre, de mente abierta, con una vida profesional plena relacionada con la atención a la gente. Cuando paseo con ella todo el mundo la conoce y la saluda. Ese es un buen síntoma de la huella que ha ido dejando a su alrededor ejerciendo su profesión aunque ahora está jubilada.
Es enfermera, aunque ella siempre quiso ser periodista.
Recuerdo la primera vez que la saludé en el descansillo de la escalera recién llegada. Me cautivó desde el primer instante. Es amante de la buena música, del teatro, de las flores, del campo...
Victoria es una mujer valiente que esconde su dolor y sonríe a la vida. Victoria y Nora, forman ya parte de mi vida de manera especial.
Es Jueves por la tarde y me voy a pasear con mi cámara en ristre. Hace días que quiero lograr hacer una foto a los pájaros que me salen al encuentro por los caminos. En el jardín me encuentro a mi amigo, Luis. Luis tiene diez años y se acaba de cortar el pelo. Le comento que está muy guapo y él se fija en mi cámara con enorme atención.
-Quieres hacer una foto- le digo sonriendo.
-Si- me dice ,con su pícara mirada.
Toma la cámara en sus manos y dispara una y otra a unas flores que acaban de nacer hace unos días en el jardín.
-¿Oye, y se pueden hacer en blanco y negro?
-Claro, y en sepia y en dinámica alta y en proceso cruzado...
-Uff...que maravilla!!
La magia inunda la tarde de belleza a través de los ojos de mi pequeño amigo, mientras le prometo dar alguna clase de fotografía cualquier día de estos.
Viernes por la mañana. Día de Mercado.
Aunque no es tan grande como el de Guardo, se puede comprar fruta, verduras de la huerta Navarra, frutos secos, aceitunas, quesos...
Y ropa de temporada.
Voy recorriendo uno a uno los puestos y eligiendo lo que quiero comprar. Los fresones de Huelva se ven exquisitos. El melón y la sandía comienza a llegar. Y los melocotones y hasta papayas y piñas inundan de colorido los puestos como en un cuadro impresionista de belleza sin igual.
La gente compra, ríe charla de sus cosas mientras les llega el turno.
Yo, hasta me atrevo a probarme una camiseta que me ha gustado, oculta en un probador improvisado en la furgoneta de la señora del puesto.
Sábado por la tarde. Aprovecho para ir a pasear lejos, muy lejos...
Al regreso, me siento en un banco para descansar y veo llegar a lo lejos una preciosa perra pastor alemán. Va con su dueño,un hombre joven.
Al pasar cerca me saluda con afecto. Respondo a su saludo y le pido permiso para fotografiar a su perra que se llama, Noa.
Noa, posa para mi como una auténtica modelo. Su dueño, se llama, Alberto y apenas unos minutos es como si nos conociéramos desde siempre. Es un navarrico de mirada noble y conversación interesante que me ha cautivado.
-Que gusto, Maripaz encontrar personas tan abiertas y agradables como tú- me dice sonriendo.
-Lo mismo digo de ti, Alberto.
Me cuenta que a veces se encuentra con personas cerradas al trato con los demás, que apenas ni te saludan.
De la manera más natural y bajo la mirada atenta de Noa, hoy ha nacido una bonita amistad en el parque.
Un poco más allá después de despedir a mis nuevos amigos, veo llegar a una perra galga con un chico. Me encantan los galgos y sin pensarlo dos veces me acerco a acariciarla. Es una perrita muy tímida pero muy cariñosa. Tiene en su cuerpo la huella de la brutalidad humana. Obligada a cazar por su antiguo dueño, conserva enormes cicatrices de mordidas de jabalí. El terror se refleja en su mirada, pero se deja acariciar por mi como queriendo olvidar tanto dolor acumulado.
David, el chico que la acompaña, me cuenta que la tenía un cazador y cuando vio que no servía para la caza, intentó deshacerse de ella.
David trabajaba de jefe de ventas en el Corte Inglés con un buen sueldo, pero no le acababa de gustar su trabajo. Un día decidió dejarlo y buscar algo que le llenase más, pues pensó que en la vida no todo es ganar mucho dinero...
Ahora trabaja en una cínica veterinaria y es feliz. El dueño de la clínica a adoptado a Yuca, que así se llama la perrita galga.
David y yo hemos conectado al instante. Me cuenta que tenía un perro que falleció no hace mucho y que aun le llora.
Acaricio una vez más a Yuca y me despido de mis dos nuevos amigos.
Es Domingo y me voy a leer a Unamuno al parque. Luce un sol maravilloso y la mañana festiva se llena de las risas y juegos de los niños en el césped recién cortado.
La terrazas están llenas de gente, pues es la hora del aperitivo.
Este es un barrio joven y hay muchos niños.
También ancianos que salen a tomar el sol.
Levanto la mirada del libro y observo una escena encantadora. Una familia con la abuela en silla de ruedas se afana por mimarla. Hijos, nietos, nueras...la acompañan con enorme cuidado. Se diría que celebran quizá su cumpleaños, o simplemente se han reunido todos para estar a su lado.
De repente ella quiere caminar y un nieto muy joven la toma de un brazo con inmensa ternura y una mujer que bien podía ser su madre del otro.
La llevan casi en volandas, sin que apenas toque el suelo. Con una suavidad exquisita la besan y casi la mecen al compás de sus pasos.
Me conmueven esas escenas donde se devuelve amor por amor en los momentos cruciales de la vida. Bien es sabido que hemos ido creando una sociedad inhumana que esconde a los ancianos en maravillosas residencias huérfanas de amores sin volver por allí apenas para llevarles el calor de un beso.
Y sin casi sin darme cuenta hemos llegado al final de la semana y de mis miradas por ahora...