Hoy, el día después de la muerte de Santiago Carrillo, deberíamos de ser más conscientes que nunca de lo que fueron aquellos políticos de la Transición, personas que antepusieron sus valores y el amor por un país, sobre sus ideas políticas o de partido, y no como ahora donde solo prima la foto y el seguir los dictados que el partido manda como si fueran Dioses de barro.
Hace un año tuve la ocasión -y el honor- de conocer en persona a Santiago Carrillo, y escuchar sus palabras. De observar como sus ideales seguían vivos por encima de políticas, partidos o cuestiones “políticamente correctas”. Llamaba a las cosas por su nombre y sufría viendo como el país se hundía entre egos enfrentados y orgullos desbocados.
Poco a poco vamos perdiendo a aquellos que hicieron posible que hoy el mundo digital sea un hervidero de opiniones vertidas sin mirar hacia todos lados, y sin temor a qué pasara.
Casi cuarenta años después, se busca el individualismo, se habla de separaciones dentro del país, mientras no hay trabajo, la gente pierde su casa, y cientos de miles de personas llegan a una situación de pobreza desconocida para muchos, y demasiado conocida para los más veteranos.
Hombres como Adolfo Suarez, Fraga Iribarne, Santiago Carrillo y otros muchos, demostraron al mundo cómo se podía hablar, llegar a acuerdos, siempre bajo la premisa de lo mejor para un país, para su gente, y no para unas ideas ni para unos partidos políticos.
«Mirar hacia delante, siempre», como decía Carrillo, y volver la vista atrás solo para no cometer los mismos errores del pasado ¿Habremos aprendido algo después de tanta lucha y sufrimiento?