Revista Literatura
Mis novelas tienen que ser divertidas
Publicado el 08 julio 2012 por HouseJarreaba en Gijón. Como cualquier otro elemento del verano gijonés, hoy llovía con fuerza. La lluvia, como cualquier mujer, resulta amada u odiada. No hay término medio. La seducción femenina es intrínsecamente tan fuerte como la pulsión masculina ante un cuerpo fascinante. La lluvia en Gijón no es una maravilla. Es mucho más que eso. Es plástica, dúctil y morbosa. Una dama minutos antes de un coitus interruptus No puede llover en la Semana Negra. La fiesta del libro y del churro viene dibujada por el sol que cincela el horizonte entre el mar y el cielo gijonés. Este axioma obligó a que la lluvia cesara y abriera paso al sol. Las barracas se desmelenaron. La ciudad bullía en medio de los charcos. Es la Semana Negra. No se olviden. Arrancaban las citas literarias. Xuan Xosé Sánchez Vicente habló de la novela negra asturiana. Una dieta ácida que produce blenorragia, pero que respetamos. No serviría de nada el boicot. Ignorar es un placer. Asiduo de esta fiesta es cierto autor andaluz con vivencias aragonesas, apellido ilustre, y vestuario, balanceos y conversares nobles. Juan Bolea ejercería de mozo de espadas de Empar Fernández y Jon Arretxe, dos autores a caballo entre el Camp Nou y el templo de San Mamés. Su lectura es recomendable para la salud. No existen contraindicaciones específicas. Conforme avanzan las horas, en el recinto cada vez el ambiente semanero es más intenso. El olor a fritanga, a mercadillo interétnico y las atracciones en ebullición resultan atractivos. El público lo inunda todo: desde viejas arcaicas con olor a sudor rancio, hasta adolescentes estúpidos y malcarados que ansían cebar su ego con fechorías inmundas, pasando por parejas de tórtolos que buscan el calor del recinto para dar libertad a sus pulsiones sexuales como si fuera la primera vez. En una esquina, alguien vende un peluche descafeinado. Y el feriante del otro lado intenta que compremos un boleto trucado. En medio del paisaje, autores, editores, libreros, periodistas, crónicas, y lectores. Nadie se llame a engaño. Los escritores existimos gracias a los lectores. De lo contrario, seríamos parlanchines sin oficio ni beneficio. Haberlos haylos. ¿Los enumero? Se hace tarde. Urge coger buen sitio en la carpa de Encuentros. El autor tuitero por antonomasia lo exige. Juan Gómez-Jurado, friki entre los frikis, pero sensato, cuerdo y reflexivo como el que más requiere toda nuestra atención. Y también la del respetable. Y él mismo se refiere a ello: ‘Mis novelas tienen que ser divertidas’. Exacto. Leer no puede ser un calvario. Es un elixir, la pócima mágica en este mundo pepero, que capitanean desde el miedo cuatro foragidos de tres al cuarto. Arrasan todo lo que pillan. Nuestra ilusión y nuestra conciencia crítica nadie podrá arrebatarla. Ellos aún menos. Es éste el motivo que nos exige leer y leer, pero lecturas alegres y divertidas. ‘Para penurias, veo el telediario’, se refirió este tuitero tan cercano como respetado, tan trasparente como humilde. Es interesante conocer al autor de ‘La leyenda del ladrón’. Un tipo más que interesante que no se casa ni con Dios. Menos aún con ningún cantante de renombre mundial. Twitter y las palabras, sus armas. Su defensa, sus obras. Su ejército, sus lectores y sus tuiteros incondicionales. Hace unos años se puso de moda esa máxima tan cacareada de que quién no salía en la foto no existía. Hoy día quién no tiene Twitter o Facebook está condenado al ostracismo. Pero opto por la primera opción. Facebook parece un arrabal maloliente y viciado de cualquier urbe. Zaragoza, por ejemplo. Fernando Marías, que los veinticinco años semaneros le han concedido un nuevo look, debuta presentando a la comisaria Ruiz, una comisaria del verano madrileño del 2010 en cuya investigación le ayuda un sabueso del periodismo: Luna. Es la estructura básica de Verano en Rojo, de Berna González Harbour, debutante en estas lides literarias y semaneras que cada año, en este fresco mes de julio, convierte a Gijón a la capital literaria del mundo. Su lectura, obligada. Se trata de conocer la capital del reino de forma amena, divertida y, sobre todo, real. No se pierdan esta lectura. Mañana es domingo. La tarde vendrá amenizada por Maruja Torres, picante y sutil, que no se morderá la lengua. Sigo notando que falta la presencia de alguien importante dentro de la cultura gijonesa. Realmente su ausencia importa poco. Más bien, nada. Sin embargo, en el recinto, al caer el sol sobre el Cantábrico, levantamos la copa para brindar por esta edición de Semana Negra. Un momento histórico. Un cuarto de siglo. Un tiempo que, afortunadamente, él no estará acomodado para suerte de la cultura, más bien mucho menos tiempo. Ustedes lo verán y yo lo contaré.