Y no sólo sol. La ciudad está exhultante de energía con el Jubilee en plego apogeo y conmigo misma buscando modelito para los eventos de la semana próxima -inspirados en la década de los 50 y 60, cuando Isabel comenzó a reinar- y con la cuenta atrás -esta vez ya verdadera- de los Juegos Olímpicos.
Las últimas rutas nos han llevado a conocer Stonehenge -desde que llegué a este país lo tenía en mis primeras lineas de las 101 cosas que hacer en mi añito en Londres- pasando antes por Bath -la imponente ciudad donde Jane Austen escribió Orgullo y Prejuicio o Sentido y Sensibilidad- y por la grandiosa catedral de Salisbury -en la que se inspiró el mismísimo Ken Follet para escribir uno de mis libros favoritos, Los Pilares de la Tierra-. No sabría decir cuál de los tres lugares mereció más la pena porque aunque estas excursiones son al más puro estilo Micralax, los disfrutamos muchísimo y yo sentí que estaba viviendo algo histórico, digno de resaltar en los life events del timeline de mi vida.
Bath estaba a punto de ser punto de encuentro de la antorcha olímpica asi que como últimamente casi siempre en Londres, estaba repleta de banderas británicas: escaparates, colegios, casas y empresas, todos volcados para recibir el símbolo de la deportividad.
No dejo de pensar que si a Madrid le dan los Juegos habrá un montón de gilipollas atacando la bandera española y desde ya, siento vergüenza ajena.
El centro de Jane Austen, la Abadía de Bath, sus impresionantes jardines sobre el canal, los Baños Romanos y los campos de flores amarillas que rodean la ciudad. Es algo impresionante. Aqui fue cuando mi amiga Sandri me explicó que de ahí viene la fama de la exquisita miel inglesa y otras perlas que a ella siempre se le ocurren.
Tras casi perder el bus en un acto de "mi reino por un McFlurry" nos dirigimos, Norma a la cabeza, hacia la ciudad de Salisbury. Aqui sólo catamos catedral, una de las cuatro copias de la Carta Magna, una preciosidad gótica que deja sin aliento y todo en cuestión de menos de dos horas.
Camino Stonehenge, nos habían dicho de todo, ni las piedras son tan grandes, ni pagar 8 libras por la audioguia merece la pena... pero a nosotras sí nos mereció la pena, y mucho. Nos sorprendió ver alrededor del monumento rebaños de ovejas -y a mi me sorprendió ver cómo la gente les hacía fotos e intentaba tocarlas ¿pensarían que eran ovejas de la Edad de Bronce?- pero vivir la historia, escucharla en español y sobre todo la parte de los mitos que intentaban explicar porqué y cómo trasladaron, moldearon y colocaron semejantes piedras desde Gales, me ponía la piel de gallina.
En fin, que estos días sigue la inspección y el plan para una próxima ruta, mientras tanto me lo pienso tomando un Pimm's, no son listos ni nada estos británicos...