Mis textos ajenos:

Publicado el 06 agosto 2011 por Hada

Hoy me apetece retomar una sección de mi antiguo blog donde daros a conocer trocitos de libros que me gustan, admiro y apasionan. ¿Os apetece compartir conmigo mis mejores "textos ajenos"?

Adelante, venid conmigo...

"(...)Era una noche calurosa. Sobre las negras colinas, el cielo estaba tachonado de estrellas. El sendero pedregoso por el que Basta las conducía estaba sumido en tal oscuridad que Meggie apenas acertaba a ver sus pies. Sin embargo, cada vez que tropezaba una mano la sujetaba, la de Elinor que caminaba pegadita a ella o la de Dedo Polvoriento, que la seguía sigiloso como si fuera su sombra. Gwin continuaba dentro de la mochila y los perros de Basta no paraban de levantar el morro venteando, como si llegara hasta sus narices el olor acre de la marta.

Las ventanas iluminadas fueron aproximándose poco a poco. Meggie distinguió casas, viejas casas de piedra gris toscamente tallada, sobre cuyos tejados se alzaba, pálida, la torre de una iglesia. Muchas parecían deshabitadas cuando pasaron por delante de ellas, por unas callejuelas tan estrechas que Meggie sintió cierto agobio. Algunas carecían de tejados, otras eran poco más que un par de muros medio derruidos. El pueblo de Capricornio estaba sumido en las tinieblas, sólo unos cuantos faroles encendidos colgaban de arcos de mampostería sobre las callejas. Al final desembocaron en una pequeña plaza. En un lateral se alzaba el campanario que habían divisado desde la lejanía, y no muy distante de allí, separada por un callejón angosto, se levantaba una casa grande de dos pisos que no tenía nada de ruinosa. La plaza estaba más iluminada que el resto del pueblo, nada menos que cuatro faroles dibujaban sombras amenazadoras sobre el empedrado.

Basta los condujo directamente a la casa grande. Detrás de tres ventanas del piso superior se veía luz. ¿Estaría Mo allí? Meggie escuchó en su interior, como si pudiera encontrar allí la respuesta, pero los latidos de su corazón sólo le hablaban de miedo. De miedo y de preocupación.(...)"

Texto extraído de "Corazón de Tinta", obra de Cornelia Funke.