Luego de pedalear unos cuantos kilómetros, al fin se detuvo en el que era considerado el lago más grande de la ciudad. Siguió a pie, cruzando un sendero de abundante vegetación, hasta llegar a un puente colgante que estaba en muy buen estado. Una vez allí, buscó en el interior de su mochila y al instante sacó un tubo metálico muy bien sellado. Con el rostro concentrado comenzó a girar cuidadosamente la tapa hasta quitarla por completo. Enseguida, dejó deslizar el contenido del recipiente en la palma de la mano. Se trataba de una ampolla, en cuyo interior se podía ver un líquido amarillo. En el rostro del muchacho se dibujó una siniestra sonrisa.
Ya de regreso en la zona urbana, contempló sin inmutarse el reguero de cuerpos que había por doquier. El único ser humano en pie en ese lugar era él. Se detuvo y, sin bajar de la bicicleta, extrajo una pequeña grabadora del bolsillo de su campera.
―Día tres: El experimento en la ciudad X fue un éxito. Saldo de sobrevivientes, igual a cero. Misión cumplida…aquí también.
Con una sonrisa de satisfacción, y sin ningún apuro, el jovenzuelo abandonó la ciudad. Detrás, los cuerpos comenzaban a disolverse sin dejar rastros…
Junio 2012
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Revista Digital miNatura 120