Como extraño tus encantos, que me enamoraron en tus brazos. En la profundidad de tu mirar, donde me fui adentrando. Colocaste un camino de migajas de pan, como Hansel y Gretel en su caminar, para que pudiera seguir tus pasos y volverte a encontrar.
Caminando y caminando con la esperanza del volverte a ver, me fui perdiendo en la oscuridad del camino. Escuché que me hablaban y mi corazón se aceleraba, creyendo escucharte, pero esa voz era misteriosa, un soprano que se ofreció ayudarme. Hice caso a su propuesta y accedí a ella, mi nombre es ERIS, me dijo, “yo soy la dueña de lo que estas buscando”. Aquellas palabras me dejaron como un témpano de hielo, y cuando reaccioné mi boca dijo: “Yo no quiero expropiarle lo que por años ha cultivado”.
Aquella señora no respondió ante esas palabras y su mirar no fue alentadora, después de un largo silencio, dijo que me llevaría a cenar y que tenía que conocer a sus invitados. No entendí aquel rodeo, ese misterio ya no me agradaba y al mismo tiempo me asustaba. Llegamos a un lugar gris, todo era silencioso y ese silencio me perturbaba, sentada en aquella mesa todos me miraban como algo extraño, nadie decía nada, pero aún así me hablaban con su mirar, con el que me juzgaban, y no había ninguna ley de atracción que nos juntara. De repente escuché dos personas quejarse de no tener la felicidad que tú y yo tenemos, deseando un mal para nosotros, según eran amigos tuyos de infancia. Yo les decía algunas palabras, pero ellos no podían oírme, había caído algo sobre la mesa que impedía comunicarme, pero supe que esos señores eran llamados, ENVIDIA.
Buscando una salida para seguir con mi objetivo de encontrarte, descubrí que tu nombre no era argentino y que tu apellido no era uruguayo, la descubrí a ella, a tu as de corazones, esa, que sentada en una silla en el centro de la mesa, se llama ENGAÑO y tú apretujabas su mano.
Yo dejé de ser AFRODITA y pasé a llamarme DOLOR, la TRAICIÓNme vendía TRISTEZA.
Extasiada de la locura, en una demencia ante lo inevitable, tuvieron que internarme y Odiseo se ofreció ayudarme, y me dijo: “Que los veinte años que mi familia estuvo esperando por mi regreso, no se conviertan en tu muerte”.
Y aunque la CEGUERA nunca te entregó mis cartas, y el ORGULLO no te dejó hablarme, quiero que sepas que el Dios del viento nunca se llevó mis palabras de amor, las mantuvo firme en tus oídos, como un ventilador fijo.
P.D: En estas líneas te entrego la palabra PERDÓN, que ha sido mi cura para el desamor, y a pesar del engaño, no le hagas daño a la que hoy robó tu corazón.
Adiana Soto.
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Modalterna.Relatos del Alma.Para ti querido SENTIMIENTO.
Publicado el 06 julio 2011 por Bourak @ModalternaSus últimos artículos
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