Me gusta: las cajas de pinturas, las pompas de jabón, los juguetes de madera, las sandalias, las fresas con nata, las mariposas de colores, las hogueras en la playa, estrenar cuadernos, los molinillos de viento; no me gusta: los palillos, la cebolla cruda, los relojes en las paredes, el rosa palo, la mayonesa de bote, las toallas sucias, las plantas artificiales, los teléfonos que comunican, los jefes de planta, el pescado rebozado.
Si has tomado algún taller de creación literaria probablemente hayas elaborado tu propia lista al estilo de las de arriba y quizás, como me ocurrió a mí, haya sido lo más interesante de todo el curso.
Esta manera de presentarse, tomada del grupo de literatos franceses y matemáticos OuLiPo ("Literatura Potencial", al que pertenecía mi amado Italo Calvino) asume que el uso de inventarios y enumeraciones aparentemente caóticos permite que el subconsciente surja y aflore nuestra sinceridad.
"Cada nuevo ´me gusta´ que uno añade a la lista, ensancha los límites de la evidencia de nuestra capacidad para gozar con lo que el mundo nos ofrece”, escribía Antonio Jiménez Morato, coordinador de susodicho taller. "No como una apuesta al optimismo gratuito, sino confirmando que por encima de tragedias o espantos que acorralen nuestras vidas, siempre hay cosas con las que disfrutamos -que son precisamente las que deben reforzarnos en momentos de debilidad. Es como si ir juntando todo lo que nos gusta nos revelase el verdadero tamaño de nuestra capacidad de gozo. Asumir el placer de estar vivos y asomarnos a la concreción de sus detalles (...)".
En días malos, elabora tu lista de favoritos y hazlo soltando la mente, sin dirigir, permitiendo que las palabras se amontonen sin orden y dejando que te invada el efecto terapéutico sobre el ánimo de la combinación de olores, sabores y absurdo. ¿Te atreves? Prometo que cuando comencé este post llovía a mares sobre Madrid, y ahora el cielo está azul. Aunque, eso sí, probablemente contaminado .
Molinillo de viento, por Martino.