Monedas
Inundaste el vagón con tu olor a orines y venías vestido de azul, rojo, blanco y negro. Estabas sucio con la mugre que se adhirió a tu cuerpo en el camino. Traías en la mano derecha una bolsa cargando tus orines y con la izquierda nos pedías una moneda «Yo no traigo —pensé—nadie trae monedas para darte». Alguien al final del vagón; una anciana, saco un calcetín de donde te dio unas monedas «Vaya, al menos —para mi sorpresa— alguien tuvo». Los demás sólo agacharon la cabeza y otros la mirada para dejar de verte. Nadie quería verte; tampoco yo, pero te vimos. Te vimos caminando por el vagón sin ninguna pena. Y es que ahora en esta ciudad, todos cargamos bolsas; bolsas con meados; bolsas con mierda; bolsas con todo, menos con monedas.
Martín Dupá