Monólogo: el buffet libre
Publicado el 06 octubre 2016 por Espe85EL BUFFET LIBRE.
Si tuviéramos que hacer una descripción gráfica de la expresión: “Ansia viva”, sería un grupo de personas, una mañana temprano, porque en el desayuno da más ansia, frente a un buffet libre, babeando como si no hubiera un mañana. Y es que el ser humano frente a un buffet libre, pierde todo el miedo a engordar….bueno, y todas las horas de gimnasio invertidas durante el año. Coges un plato, y empiezas a echar en el plato un poquito de aquí, otro poquito de allá, hasta que llenas el plato y tienes que ir a por otro para llenarlo… también. Es como el “Ikea” del estómago.
A todo esto hay que ponerle un contexto, normalmente, los buffet libres nos los encontramos en nuestras vacaciones y cuando los vemos pensamos: Después de todo un año de trabajo, me lo merezco….Aunque necesites otro año entero de trabajo para quitarte de encimalos kilos que te has llevado de recuerdo de las vacaciones.
Pero tantos excesos estomacales tienen sus consecuencias, nosotros las dividimos en dos, primarias y secundarías. Las primarias son consecuencias a corto plazo, durante las mismas vacaciones y estas a su vez pueden ser de dos tipos, de efecto kiwi o de efecto primperan. Las de efecto primperan son más inmediatas, normalmente a los dos o tres días, verás a alguien con una cara totalmente desencajada, después de pasarse toda la noche expulsando comida de su cuerpo por todos los orificios posibles, moviendo una manzanilla para desayunar. Allí donde había platos llenos de comida, ahora hay una manzanilla. Cuando veáis esta estampa tened claro que la comida se ha rebelado contra esa persona dentro de su cuerpo.
El efecto kiwi tarda unos días más en salir a la luz, suele aparecer en los últimos días de vacaciones oya a la vuelta, y viene siendo algo así como que tu cuerpo ha decido retener dentro de él y contra tu voluntad, toda la comida que ha ingerido, pero no para aprovecharla mejor, si no para darnos por culo y nunca mejor dicho. Normalmente te darás cuenta que alguien la padece cuando le veas atracando en el buffet de frutas la bandeja de los kiwis, como si su vida dependiera de ello…y en parte es así. La ingesta indiscriminada de comida ha decido quedarse a vivir contigo y la única forma que encontramos de echarla de nuestro cuerpo es a golpe de kiwi.
Luego están las consecuencias secundarias, es decir, consecuencias a largo plazo, y que se concretan principalmente, en los centímetros que te faltan para abrocharte el botón del pantalón, y en los kilos de más que refleja la báscula, a pesar de nuestra negativa a admitirlo, pero es que lo de comer y no engordar no lo han inventado… Por cierto, al que lo haga que le den el premio nobel. Este síndrome es cruel, primero porque después de nuestras idílicas vacaciones nos devuelve a nuestra realidad más física, y segundo, porque tiene la mala costumbre de aliarse con el síndrome post vacacional para terminar de jodernos la vuelta a casa. Después de esto, corremos a apuntarnos al gimnasio, y ya aviso que esta es la única vez que vas a correr, porque el gimnasio se hizo para apuntarse y no ir. Y te pondrás a dieta, la misma dieta que el primer viernes que tengas después de incorporarte a tu rutina diaria te saltarás, como premio por aguantar una dura semana de vuelta a la realidad.
Después de todo esto no sé ni cómo nos atrevemos a irnos de vacaciones, pero es que unos días de descontrol, en esto y en todo en la vida, nos sientan tan bien, rompemos la rutina, nos olvidamos del mundo, no nos importa nada, disfrutamos sin compromisos, nos deshacemos de las preocupaciones, y como no, gastronómicamente también nos tomamos esas vacaciones, y ya llegarán las consecuencias…Pero todo a su debido tiempo, lo primero es disfrutar y que te quiten lo “bailao”.
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