El baobab es una metáfora de la grandeza de África y es, además, el árbol simbólico del Senegal. A los senegaleses les encanta poner motes y llamar a las personas por ellos. Tanto empeño puse en conocer todo lo relativo a este árbol que me acabé ganando el apodo: ¡"Monsieur Baobab"! Ese soy yo en Dakar. Estar debajo de un baobab es como cobijarte bajo un elefante: su piel es coriácea, su presencia casi intimida. Tras superar la primera impresión, lo que te transmite el árbol es plenitud, entereza, integridad, bienestar, cobijo. Uno se siente, casi, como en el hogar de un hobbit. De hecho, los baobabs son un árbol sagrado en el país y hubo un tiempo en que bajo sus raíces se enterraba a las personas. No había lugar mejor. He tenido la suerte, además, por la época de sus "estaciones" en que he estado allí, de haber visto a los baobabs en plenitud, tras las lluvias, con ramas bien pobladas, con frutos que pronto alcanzarán la sazón y, menuda gozada, con flores a la vista. Grandes y blancas,vistosas se ofrecen a los insectos con generosidad.
El baobab sirve para todo. No sólo acoge en la muerte, también da guía en la vida: se aconseja a quien tenga problemas, que apoye su mano derecha en el tronco del árbol, reflexione un rato y piense en cómo se puede arreglar lo suyo. El árbol ayudará y pondrá su parte. Puedo asegurar que apoyarte en el árbol, estar sentado bajo él, tocar y sentir su fuerza, te hace sentir bien. Su fruto, además, se cosecha, se seca, se trocea y se sirve en infusión. El bouye, que todo el mundo toma a todas horas con un poco de hielo (ahora que hace ya mucho calor) tiene un sabor dulzón, aunque con un punto vegetal, con aires de melocotón maduro y de mango, denso y consistente. Es un excelente remedio para el dolor de panza y da, además, vigor ante la fatiga. El mismo fruto, troceado y seco, se vende en saquitos. Nuestro guía en Goré nos dio algunos y nos explicó que es un excelente sistema para mantener la felicidad en la casa y alejar el mal de ojo y la envidia: hay que repartir trocitos de fruto de baobab por la casa, ¡y ya está!
Y por supuesto, no me salí con la mía: mi otro objetivo era escuchar en directo a la mítica Orchestra Baobab, resucitada hace dos años tras más de diez de separación. El club Just 4 you no estaba lejos de mi casa, allí donde ellos solían tocar. Pero no me esperaron...Volverán el 14 de noviembre al Centro Cultural Francés pero yo no podré estar allí. Me conformé con otro de los momentos mágicos que he vivido estos días. Estábamos esperando la llegada del amigo Bachir que tenía que llevarnos al aeropuerto. La puerta de la residencia, cerrada por precaución. Pedí que la abrieran para despedirme del cielo de África, la luna en cuarto creciente hermoso. Y pensé pedirle a Abdoulaye, responsable de la recepción, que pinchara en su ordenador alguna cosa de la Baobab en la red. Sonrió cómplice...y esa mezcla fantástica de ritmo africano y cubano rompió el silencio de la noche en el jardín y me brindó la mejor despedida posible, al son de la Baobab.