Son varios los días que llevamos deambulando de Norte a Sur por Marruecos. Son muchas las casas, personas, pueblos y olas que hemos ido dejando atrás. Los kilómetros por las precarias carreteras marroquíes y los confusos caminos de tierra, nos hacen perder la noción del tiempo. Kilómetros bajo un tímido pero insistente Sol de Diciembre. Kilómetros que intentamos amenizar recordando los últimos baños, anécdotas o música improvisada. Kilómetros que alimentamos imaginando el próximo destino al que nos dirigimos.
Buscar alguien que nos facilite alojamiento, cargar y descargar tablas y mochilas o encontrar algún puesto que donde sirvan un plato de comida caliente es parte de nuestro día a día. Salir del agua en el medio de la nada, apurar los últimos minutos de luz y darte cuenta de que no tienes dónde pasar la noche es un tanto desconcertante pero a su vez, le da ese punto de aventura al viaje. El no depender de un sitio al que volver cada día, te da una increíble sensación de libertad. Te permite adaptarte a los caprichos del mar y apuntar allí donde se esperen las mejores condiciones para cada marejada.
Para mí un surftrip es mucho más que asegurarse alojamiento enfrente del pico y surfear las mismas olas una y otra vez sin importar lo que exista alrededor:
Es explorar y perderme en el intento. Es empaparme de diferentes culturas. Es ayudar y ser ayudado sin esperar nada a cambio. Es dejarme ser timado cuando compro comida con cara de forastero. Es tener la oportunidad de compartir costumbres locales. Es intentar manejarme con palabras que no sabría escribir. Es conocer las historias de la gente en su camino. Es el poder dibujar en mi cabeza todo un mundo cuando oigo hablar de aquellos sitios que he visitado; que he vivido.
Sabemos dónde nos levantaremos mañana pero no dónde nos acostaremos hoy. Y lo mejor de todo es, que no nos importa.
We have been wandering from north to south of Morocco during the last days. We left back lot of houses, people, villages and waves. Kilometers across precarious roads and confused sand tracks under the shy but constant December Sun make us lost all sense. Kilometers that we try to make more enjoyable remembering our last surf sessions, stories or with our phone’s improvised concerts. Kilometers that we feed imaging our next destination at the end of the road.
Look for accommodation, load surfboards, wetsuits, backpacks and so on or find a place with warm food is the day a day in our life. Ending a surf session at sunset in the middle of nowhere and realized that you don’t have a place to stay could be pretty annoying but it’s part of the adventure anyways. It’s awesome the freedom that you fell when you don’t have to go back anywhere and having all your stuff in the car allows you to change your way depending only on wave conditions.
A surftrip is much more than guaranteed accommodation close to a pointbreack and surf the same waves everyday ignoring what is surrounding us:
It’s explore and get lost on my way. It’s the pleasure of meeting different cultures. It’s to help and let be helped without expecting anything. It’s to let be cheated when I buy food with my outsider face. It’s share the local’s habits. It’s try to use strange words from exotic languages. It’s meet traveler’s stories. It’s draw a whole world in my head when I heard about places where I’ve been surfing.
We know where are we’ll wake up tomorrow but we don’t have any clue about the place where we’ll sleep. And the best of all is that, we don’t care.