Un niño de mirada triste y ropa vieja apareció por mi espalda, ofreciéndose a venderme unos pañuelos con exquisitos modales.
-No, gracias.- le espeté con una sonrisa impostada mientras no veía ni la televisión ni el móvil. En ese momento llegó mi cuarto de pollo asado con patatas fritas, arroz chaufa, refrescante ensalada y trigueña cerveza.
-¡Camarera! ¡Faltan las servilletas!
Anuncios