Podemos practicar el prestar atención en medio de nuestras actividades más corrientes. Cuando hablas con la gente, ¿sabes lo que está sucediendo en tu mente? Cuando comes o trabajas, ¿sabes que cualidades están siendo fortalecidas? Presta atención, también, a cómo tus actos afectan a los demás, manteniéndote sensible al efecto de tu energía sobre ellos. A menudo estamos tan enfrascados en nuestras propias historias o puntos de vista que no vemos el impacto que estamos produciendo.Adiestrar la moralidad, o no causar daño, implica desarrollar una mayor sensibilidad con aquellos que nos rodean, así como hacernos cargo del efecto que nuestros actos puedan tener.Un escenario exigente de la práctica y de largo alcance es hacerse consciente de los motivos detrás de nuestra habla y acciones. Es muy sutil, y hay aquí un tremendo espacio para el autoengaño. Pudiéramos pensar que actuamos con gran pureza y, a pesar de todo, verlo de otra manera cuando miramos de modo honesto y profundo.He aquí un simple ejemplo de cuando practicaba meditación en Asia. Cualquiera que pasa un tiempo en India debe arreglárselas con los muchos mendigos en las calles. Es una parcela inevitable de la realidad de allí. Un día, mientras compraba fruta en el bazar, había un chiquillo de pie, junto al puesto, con su mano extendida. Parecía hambriento, así que le di una de las naranjas que acababa de adquirir. No era algo que en realidad tuviera importancia alguna, sólo un acto simple, espontáneo.Entonces ocurrió algo que fue muy revelador. El chico cogió la naranja y se esfumó: ni gracias, ni una sonrisa, ni siquiera un gesto con la cabeza. Nada. Sólo entonces, en ausencia de cualquier clase de respuesta de compromiso, vi con claridad que cierta parte de mi mente y de mi motivación pretendían reconocimiento. Ni que decir tiene que no esperaba un efusivo reconocimiento por una naranja, pero... había visto que esperaba algo.
Un corazón pleno de paz
Joseph Goldstein (Catskill mountains, New York, 1944)