Publicado el 16 octubre, 2011 por juanmartorano Roberto Hernández Montoya
Lo que pierde es la vida.
Lo vi, lo viví, el lunes pasado, un chispazo como del Infierno. Todo encuentro fortuito es una cita, refería Borges. No hallé una tarjeta de presentación, lo que me obligó a una diligencia por la Autopista del Este. Un motorizado hizo una falsa maniobra, el piso estaba húmedo, cayó bajo un camión. Todo pasó muy rápido y muy lento. Cuando el camión avanzó, posó sobre el joven dos ruedas traseras. Como no sabía lo que ocurría, se detuvo y es la parte lenta de este relato. Allí estuvo, no sé, ¿un minuto?, ¿cien años? Finalmente otros motorizados apresuraron al camionero a moverse. Tarde. Pasar toneladas por encima de alguien es mortal, así sea breve. Apenas pude servir de testigo para que el camionero recuperase la libertad, aunque no la tranquilidad por el resto de su vida. A mí el suceso me quedó como esos recuerdos que quisiera borrar a voluntad, como quien tira un archivo en la papelera de la computadora.
Decidí contarlo aquí como remedio amargo, para que este suceso aciago nos sirva a todos sirva para aprender. Acaba de promulgarse una legislación para el tránsito de motocicletas, pero será inútil si no va acompañada de conciencia.
Dos ignorancias nos desafían: que el automóvil es un arma mortal y que la moto también, casi siempre para quien vuela en ella hacia la muerte. Aunque también mata transeúntes, como a Jorge Mosonyi, por ejemplo.
El transporte terrestre es calamidad mundial. En Venezuela es ahora apenas cuando de nuevo comenzamos a usar trenes. Ojalá aprendamos a evitar el accidente del de Los Valles del Tuy, que costó la vida a un maquinista. Usamos automóviles, autobuses, camiones, los transportes más costosos después del avión. Pero encima no advertimos que son peores que un revólver, que al menos todos sabemos mortal.
El motorizado es una mortificación. Una nube de moscas inunda la calle, entre otras cosas porque no sabemos usar el correo y se necesita una flotilla de motos que sortee la pesadez automotriz, la que a su vez hace proliferar el mototaxi. El automóvil es el principal obstáculo del automóvil. Tiene que haber una solución más inteligente. El metro, el autobús, el tranvía, la bicicleta reducen pesadez y accidentes. La bicicleta es, además, saludable y en algunas ciudades se alquila a bajo costo. La gente aprendió que es tonto robársela porque está siempre allí y no hay que mantenerla ni almacenarla. Es más segura.
El automóvil y la moto no solo contaminan la atmósfera sino el paisaje. Fotografías un bello espacio urbano y los autos copan el primer plano. ¿Cuántas personas mueren diariamente en carreteras? Para no hablar de mutilados. El automóvil y la motocicleta son un problema de salud pública.
Esta permite moverse con agilidad suicida. Es necesario acompañar la nueva normativa con un esfuerzo de formación y educación para que sea efectiva. Enseñar al motociclista que está arriesgando la vida con sus cabriolas, que es cada minuto un sobreviviente. Lo saben altos funcionarios, que andaban en motos y ahora en muletas.
Si este motorizado del lunes hubiera cumplido la norma de no conducir entre canales, estaría ahora respirando y yo escribiendo de otra cosa.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com