En el 2009 tuve la posibilidad de estudiar en la Universidad para Extranjeros de Perugia. Fue una de las experiencias que más me marcó por poder convivir y hacer amistad con personas de diversas nacionalidades, todos extranjeros en un lugar común, reunidos sólo por el interés hacia la cultura italiana. Siempre recordaré aquel viaje por la fraternidad que se respiraba en aquella comunidad de gentes del mundo con distintas opiniones pero igual respeto.
Viajar abre la mente, ayuda a desprenderte de los prejuicios, te hace aprender, superar miedos y volver al hogar con nuevos ojos. Conocer personas con otras maneras de pensar y de vivir es el sueño del viajero, para poder entender la realidad de los destinos. Como dice Claudio Magris, catedrático de Literatura Germánica de la Universidad de Trieste, “la meta del viaje son los hombres”
El viaje te obliga a entender modos de vida más allá de tu realidad, y cuando vuelves al hogar ya nunca eres el mismo. Te enseña que es mejor viajar ligero, o lo que es lo mismo, vivir con menos. También te ayuda a ver que no es lo mismo el valor que el precio.Hoy a muchos jóvenes españoles no les intimida tener que irse a vivir al extranjero. Gracias a proyectos de estudios como el Erasmus, las becas Leonardo y otras, estos jóvenes ya han tenido largas experiencias fuera de nuestras fronteras. Además, vamos a decirlo, mi generación, la que dicen la generación perdida, la generación indignada, los perro flautas, somos la generación más viajera de la historia. Y, a lo mejor, gracias a eso somos la generación más tolerante, más abierta y más valiente. Además de ser la generación mejor formada y que más idiomas habla.
Con un poco de pena pero sin miedo puede que un día me dirija por ese camino fuera de España, emigrar se dice, aunque suene mal y casi nadie se lo crea que hay un 65% de jóvenes en España dispuestos a ello si fuera de nuestro país tenemos la posibilidad de encontrar un trabajo con unas condiciones laborales dignas. Los jóvenes no nos vamos con lamentos, no nos sentimos culpables de esta crisis que no hemos causado, no nos sentimos frustrados de haber vivido por encima de nuestras posibilidades pues jamás lo hemos hecho. Nos lo tomamos como otro viaje, el viaje que es la vida, el partir para enfrentar el destino como ya nuestros antepasados hicieron buscando un futuro mejor.Soy afortunada de haber aprendido a defenderme en el arte de no sentirme en casa, de no poseer nada, de ser solo una invitada.
Viajar sintiéndose al mismo tiempo, en lo desconocido y como en casa, pero sabiendo de no poseer una casa. Quien viaja es siempre vagabundo, un extranjero, un invitado; duerme en habitaciones que antes o después de él albergan desconocidos, no posee la almohada sobre la que posa la cabeza, ni el techo que lo aguarda. Y así entiende que en realidad no se puede poseer un hogar, un espacio recortado en el infinito universo, sino solo detenerse, por una noche o por toda la vida, con respeto y gratitud. Claudio Magris