Mucho más que números y palabras
Publicado el 22 febrero 2013 por Jesus Andría González
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Sir Ken Robinson, experto en creatividad y educación -que por su relevancia casi no requiere presentación-, dedica gran parte de un capítulo de su libro "El Elemento" a explicar el por qué concebimos, de forma genérica, la inteligencia humana como un concepto circunscrito al ámbito académico, a la inteligencia lógica y lineal que desde hace más de dos siglos hemos colocado en el centro de los sistemas educativos. A modo de resumen, Ken Robinson situa el origen de esta visión acerca de la inteligencia humana en la Ilustración (entre los siglos XVII y XVIII) cuando los científicos de la época, decididos a erradicar ideas fundamentadas en dogmas de fe, mitos y religiones, decidieron acotar qué se podía considerar Ciencia, y por ende verdadero conocimiento de los fenómenos naturales, y qué era pseudociencia o mera superchería. Para ello definieron el método científico y plantearon que sólo podía ser considerado Ciencia aquel conocimiento que era posible demostrar mediante la observación y la experimentación, algo que posteriormente llevó al extremo a mediados del siglo XX la Escuela de Viena con el denominado positivismo lógico, que entendía que sólo se puede conocer la verdad a través del método científico. Tal fue la 'presión científica' durante estos siglos que otras disciplinas más humanistas, como la psicología o la antropología, se sometieron al método científico con la intención de adquirir la categoría de Ciencia, ya que de otro modo sus reflexiones ('sus verdades') corrían el peligro de perder credibilidad y certidumbre. Eso hizo que los psicólogos tuviesen que empezar a definir instrumentos de medida, imprescindibles para cumplir con los requisitos del método científico, entre ellos índices y coeficientes como el CI (coeficiente de inteligencia) que se concibieron, como era de esperar, para medir la inteligencia lógica y racional del ser humano. La escuela, cuyos orígenes se remonta al siglo XVIII, no fue, por lo tanto, ajena en su desarrollo y evolución al movimiento científico emergente y es por ello por lo que, hasta nuestros días, existe una jerarquía de materias en el ámbito escolar y académico cuya cúspide la ocupan las Matemáticas, las Ciencias y el Lenguaje, en definitiva los números y las palabras.Esta concepción sesgada de la inteligencia humana ha sobrevivido en el ámbito escolar y académico sin ser cuestionada hasta hace relativamente poco tiempo. La educación durante muchísimas décadas era un privilegio y no un derecho como es ahora. Como tratara de exponer en un post anterior, primero fue un privilegio de las clases más pudientes y acomodadas, para luego estar sólo al alcance de aquellos que estaban más capacitados intelectualmente para los números y las palabras. De esta forma, el concepto de inteligencia, relegado solamente a capacidades lógicas y lineales, se mantuvo casí impertérrito en el sistema educativo ya que éste se valía de procesos selectivos que excluían a aquellos que no encajaban, por un motivo u otro, con un determinado perfil cognitivo. Sin embargo, en la década de los años 80 del pasado siglo, cuando la educación en los países desarrollados se hace extensible al 100% de los niños y de las niñas (se convierte en un derecho universal), este concepto de inteligencia empieza a ser cuestionado, y me atrevería a decir que hoy día está en crísis. La escuela y su misión tradicional centrada en el desarrollo de una inteligencia basada sólo en conocimientos científicos regidos por la lógica y la razón se topa de bruces con una amplia variedad de niños y niñas en las aulas, con distintos orígenes socio-culturales, con diferentes capacidades y habilidades, con una amplia diversidad intelectual, muchos/as de los/as cuales se aburren en clase, presentan déficits atencionales, fracasan en los estudios y abandonan la escuela. Y ante todo esto, nos seguimos preguntando qué está pasando con la educación sin encontrar, aparentemente, soluciones.A mi juicio, la clave la aportó Howard Gardner y su equipo en el año 1983 cuando mostraron al mundo que la inteligencia del ser humano es dinámica e interactiva y tiene, al menos, siete dimensiones; lo que ellos denominaron la teoría de las inteligencias múltiples. Así, es cierto que el ser humano dispone de una inteligencia lógico-matemática y una lingüístico-verbal, pero tambien de una inteligencia musical, espacial, corporal-kinestésica, interpersonal e intrapersonal. Durante más de dos siglos la escuela ha estado relegando el desarrollo cognitivo e intelectual del ser humano sólo hacia el fomento de dos de sus dimensiones, menospreciando el resto porque éstas podían ser encuadradas más en la esfera de los sentimientos y de las capacidades artísticas individuales (dones) que como verdaderas capacidades que pudieran traducirse en progreso y desarrollo tecnológico. Y cabe preguntarse ¿si hoy nadie duda que aprender a leer y a escribir está al alcance de cualquier persona a la que se le enseñe a hacerlo, por qué no se enseña en las escuelas a que los niños y las niñas desarrollen sus capacidades para las artes plásticas, la danza, el teatro, la música en sus distintos estilos (no sólo clásica), la gestión de las emociones, el autoconocimiento, etc.?, ¿por qué se sigue obligando a las nuevas generaciones a estudiar casi exclusivamente números y palabras, aun cuando tengan dimensiones intelectuales dominantes que no sean la lógico-matemática o la lingüística-verbal, condenándolos así al ostracismo, a la pérdida paulatina de la autoestima y a la desmotivación para aprender?, ¿qué razonamiento científico sostiene que el ser humano tiene forzosamente que aprender sentado y escuchando en silencio, en lugar de con el cuerpo, moviéndose, sintiendo, descubriendo, explorando, cooperando, compartiendo, sonriendo...?. Si en los últimos dos siglos el ser humano ha evolucionado tantísimo utilizando sólo una pequeña parte de su potencial intelectual ¿qué metas podríamos haber alcanzado si los sistemas educativos hubieran hecho posible el desarrollo de nuestra inteligencia al 100%?. Atendamos a la diversidad intelectual de las nuevas generaciones porque en ella está la clave para superar los retos a los que se tendrá que enfrentar la humanidad en el futuro.
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