Revista Talentos

Muerte súbdita

Publicado el 17 mayo 2015 por Isabel Topham
La venganza llena tu sed de ira.
Somos la sombra en la oscuridad por el miedo a sentir nuestro propio dolor arrancarnos las heridas más internas. Lloran cuerpo y mente por un alma sin vida. Mentimos al recibir nuestro castigo como recompensa por el esfuerzo de haber muerto. No queda nada por lo que rezar y dar gracias por estar pero nada nos detiene por luchar en busca de nuestro camino, aunque la meta sea el vacío que se encuentre en nosotros. Caminas con paso lento, y firme, como quien se atreve a hablar con su propia vida sin creerse loco. Has huido de tu propio razonamiento, y ahora que estás a falto de agua intentas ver luz donde sólo hay oscuridad. Tus pies siguen empeñados en desmentir lo que tus huellas ocultan. Tienes el placer de haber tenido la sangre de tu cuerpo en manos ajenas, y percibes el amor como el odio terrenal que se cuece en el ambiente cuando toda la ira no llega a saciar. No encuentras remedio a la caricia finita de tu débil llanto, siente el rencor corriendo por tus venas y huyes de la mente ajena. Somos quien da luz a la muerte desde el cuerpo del preso en la esclavitud de su soledad.
Quién dice no al suspiro cuando es el único aliento que le da la vida. La cúspide de un corazón herido debido a fuerzas internas del amor, y sin ánimos de ser reparado. Ama como quien es odiado. Un ente tan macabro que te mata dos veces antes de pedirte con respeto y educación el suicidio. Oprime tu aire debido a las convulsiones que, te confunden a cada instante y, a su vez, te mantiene vivo. Buscar la felicidad distante a la espera de poder tutearla, como quien acaricia su llanto con firmeza.
Sentir los recuerdos viejos y mugrientos con la esperanza de volver a acariciarlos otra vez, aunque sólo sea con la vista. Volverlos a tener entre los dedos y poder arrugarlos con mis delicadas yemas. No tener que sentir el sabor de cada lágrima que muere, y siempre por la misma razón. Sino el jugo de tu boca sobre la mía, el vaho de tu aliento sobre mi piel o poder ver el arco iris formado por la luz de tu sonrisa y el agua de mis mejillas. Sentirte como quien vive y no marcha bien.
Somos ira, llanto y dolor.
Letras aglomeradas entre la multitud, balas perdidas, llantos endebles, que se rompen contra mis oídos. Quizás, y sólo quizás, dentro de unos días sean sólo papel arrugadopor las lágrimas reñidas del dolor fétido sentido en este preciso momento, o un recuerdo roto más antes de ser polvo en el viento que arrastra sólo soledad. El último aliento que se marchita con el poco aire que llevas dentro, al tiempo que cierras tus ojos e inconsciente vagas ferozmente desde la niñez, y nacimiento, hasta minutos antes de soplar tu último latido, en viñetas de tebeos con la esperanza de volver a nacer en otro cuerpo nuevo. Alimentando los ojos de quienes te vieron nacer con etéreas penas haciendo real el alma de un pobre ser amado.
Sentir el odio encarnado en tu propia piel y querer romperse en mil pedazos. No muere quien se queda sin aire, sino quien da rienda suelta a su vida, y mi vida se fue para no volver.

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