Muerte y Vida

Publicado el 27 enero 2015 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro

 Muerte y Vida


Mr Sturridge

“Se hospedarà en el hotel Sheraton, el que está en la calle Maipú, no el de Retiro. Tome un taxi, lo espero allì”
Atte Leticia Valenzuela de Monteverde.22 de marzo de 1976
Estaba entusiasmado por el viaje a Buenos Aires. Los amigos del club decían que parecía París, Que sus habitantes tenían el charme que en Europa,vieja sin el encanto de las viejo, se había extinguido. Mucho me hablaron del sol en Buenos Aires, lo cual contrasta con mi imagen tan asociada al tango y la niebla del puerto. Más alla de cuanto me habían hablado, la primer imagen que tengo de Buenos Aires es bien distinta, es la de un asesinato.
Pese al consejo de la señora Leticia, odio tomar taxis. Preferí caminar por esas calles que no dejan mirar para arriba. Buenos Aires, como lo creí toda la vida estaba cubierta de niebla. Un viejo con un trajecito gastado caminaba lentamente entre las vidrieras de la calle Maipu. Otro hombre vestido de sport, sin mediar presentación ni alegatos vació el cargador de su pistola sobre el pequeño viejo. El viejo lo abrazó con las fuerzas que quedaban entre las perforaciones el atlético asesino lo dejò en el piso y corrió hacia donde venía yo. El tipo de bigote fino y piernas largas me miró sólo un poco y siguió su camino perdiéndose en el gentío de la avenida Corrientes. Curioso, me acerqué al cadáver que descansaba con gesto de alivio. La policía vino a aliviar enseguida los gritos del turco que no soportaba al muerto en la puerta del bazaar. A contramano de las viejas, acostumbrado también a Londres y sus suburbios, decidí seguir mi camino.En la recepciòn del hotel habìa una señora con la mirada segura.
-Es aún usted más impactante que la fama que lo precede.
-Le agradezco señora Leticia.
-Esperaba algún cumplido, pero olvide que es inglés.
-No quisiera ser descortés, pero he tenido un vuelo fatal. No me vendría mal acostarme unas horas. Para ello me gustaría saber porque se me convoca. Ya sabe, la almohada ayuda a ver las cosas claras.
-Pensé que había dormido en vuelo, pero seguramente un hombre de su curiosidad es inmune al miedo a las alturas.
-Presume bien.
-Iré al grano, no quiero ser pesada. Mi hija Beatriz está ,como decirlo, algo conmocionada por algunos recuerdos que la perturban. Recuerdos de cosas que no viò, que no vivió, que aun no han pasado. Hemos recurrido a profesionales de distinta índole y no hemos tenido suerte. 
-Ya veo, quedese tranquila que está con el hombre indicado. Una ultima consulta antes de subir. Esta segura de lo que vamos a hacer y dispuesta a las consecuencias que pueda tener.
-Si claro, usted es mi ultima carta.
La sra Leticia me dejó pagar la cuenta, la moza estuvo contenta de recibir algunas libras.  Luego de una siesta interrumpida por la cara de ese viejo desgraciado muerto por el gimnasta.  Para mi sorpresa, y asfixia en el lobby del hotel tenía visitas.
-Usted debe ser Sturridge.
- El mismo, usted es
- Manuel illarainez Gurpegui.
-Un gusto
-Si me permite lo invito a  probar alguna carne a las brasas, me gustaría hablar con usted.
-No es de caballero rechazar.
Fuimos a un restaurant, la calidad era emparejada por la calidad del servicio. Hablamos de FootBall un poco y luego el hombre fue al hueso.
-Vengo con el único objetivo de propiciar su vuelta a Londres.
-Pero si acabo de llegar, buen hombre.
-Usted no puede intervenir en lo de Beatriz
-Y por que
-Porque es mi musa, la que inspira mis historias.
-Es escritor
-Uno de los mejores, si me permite desaznarlo
- y porque no escribe sin Beatriz.
-No crea que se lo pido por mi, sino por la humanidad.
-Siga
-Creo que está a punto de contar algo grande, algo sobre el, algo que devolverá la fé. SI usted interviene temo que el mundo será cada vez peor.
- Estimado. La señora Leticia está realmente perturbada sobre la tal Beatriz a la cual no tuve el gusto aun. Tendré en cuenta su preocupación sobre el destino del orbe. Ahora, por favor, si no le molesta quiero retirarme, me han dicho que aquí hay muy buen teatro y mañana sera otro día.
-No lo olvide, lo importante está por llegar.
-Relájese mi amigo, leo menos relatos de ficción.
No hay dos sin tres. Disfrutaba mi té con scones cuando se apareció el tercer personaje. Un viejo, gordo con los ojos achinados que apenas podía respirar.
-Disculpe que lo interrumpa.
- Parece que está de moda en estos días.Siéntese caballero.
-Mi nombre es doctor Roberto Ricciardi
- Creativos sus padres en ponerle doctor de primer nombre.
-El humor inglés. Sabe porque estoy aquí.
-No soy detective pero imagino que por Beatriz.
- Si no es detective, que vendría a ser usted. No me queda muy claro
-Alegue y no me encasille. Le confío que tengo un don y nada más que eso.
-Mire, la muchacha es simplemente una loca, si me permite no utilizar palabras técnicas, como no estamos entre colegas no me siento obligado a hacerlo. Cualquier esperanza para ella ya no existe. Por la amistad que me une con la familia no me gustaría que sigan perdiendo tiempo y dinero.
-Yo hago lo que me piden
- Sea caballero, de media vuelta y vuelva a Londres.
- Tendré en cuenta su recomendación. Ahora sí, le pido que se retire.
El hombre tomo su sombrero, intentó levantarse haciendo esfuerzos y su corazón dejó de latir.. Dos muertes, ambos ancianos, ambos descartables. El shock duró poco,entender la vida es entender la muerte.  Necesitaba encontrar respuestas. ¿Serìa? ¿Estarìa aquí? . Algo me decía, ese algo era mi cabeza, que las encontraría donde Beatriz.
El barrio de Recoleta esta cubierto por un halo de estilo, de elegancia. La casona de los  Monteverde me esperaba, simple e impactante, como una buena pintura. La señora Leticia me recibió, el sr Monteverde no estaba. El silencio nos acompañó hasta la habitación de la señorita Beatriz.
La sra me abrió la puerta y se retiró, Beatriz, de estricto traje de cama blanco, ni siquiera giró al sentir mi presencia. Leía en un escritorio de madera, sus hombros eran muy bellos.
-Sabía que vendría sr Sturridge. Sabía que me encontraría.
- Soy un profesional. ¿Como has estado? La ultima vez fue Praga si mal no recuerdo.
-Praga, el Moldava. Yo era un muchacho
- La muerte del viejo, la del doctor. El escritor biógrafo con tu versión de la historia.Sabía que eras tu. Todo el tiempo me llamaste.
-Te necesitaba. Necesito que me saques de aquí, sólo tu puedes hacerlo mi amado.
-Estoy un poco cansado de perseguir por el mundo tu rastro de muerte, eres un horizonte que se corre hace más de 2000000 de años. Estoy cansado.
-El amor nunca cansa. Por lo menos no a mí. Si me quedo sabes que ya no serán más ancianos los que sufran mi mano. Que habrá más muerte y sufrimiento. Revelarè cosas màs crudas. Todo será peor
- Lo sé, pero no puedo seguir. Agradezco que me hayas conocer Buenos Aires. En otro momento volveré.Cuando la angustia venza mi corazón y necesite verte.
-Tendrás noticias mías.
-Lo sé.
Le toque el hombro y sentí su alma vieja, apesadumbrada, necesitada de mí. Busqué a la señora Leticia para decirle que nada se podía hacer. La encontré en un sillón, su respiraciòn pendía de n hilo. Toque su pecho, despertó y me acompañò a la puerta. Le dí a entender que nada podía hacer. Ofrecí a reintegrarle en dinero, no lo quiso. Me deseo suerte, y me agradeció por darle vida, por darle esperanza. Sonrió. Me dirigí al aeropuerto. Algunas flores vencieron el otoño, me gustó regalarle eso a  Buenos Aires, aunque ese gesto poético no evitó lo que vino después.