Yo tampoco entiendo la postura intransigente del partido en el Gobierno en cuanto a la condena explícita al terrorismo de ETA o el rechazo a la violencia de ETA, que para mi viene a significar lo mismo, porque si rechazas la violencia, condenas la violencia. La interesante reflexión que hizo Pat comparando esa eterna condena y rechazo con todo lo que tenga que ver con ETA y la falta de condena explícita o rechazo de ninguno de los crímenes cometidos durante el franquismo, o los miles de presos políticos que hubieron en la dictadura me reafirman en el convencimiento de que o todo depende de quien ejerza la violencia, o todo depende del momento político en el que nos encontremos.
Todos recuerdan al ex presidente Aznar, a quien no se puede tachar de progresista, hablando del “movimiento de independencia vasco” sin acritud y insinuando que habría que plantearse el acercamiento de los presos para poner fin al conflicto. En la actualidad y a pesar de que ETA está prácticamente descabezada, han renunciado al uso de la violencia, la mayoría de presos ha renegado de la misma y muchos han pedido perdón y se han arrepentido de su pasado, estamos en un momento político en que parece ser que no cabe ni la reconciliación, ni el acercamiento de presos, ni nada.
Y que conste que al igual que Pat no estoy justificando nada. Ninguna de esas 857 muertes que menciona han valido la pena, ni han servido para nada, excepto para sembrar el odio e incrementar la espiral de violencia, represión y “ocupación” que sufrieron en el País Vasco durante todos esos años. Nada justifica la violencia ni el asesinato, ninguna bandera ni ninguna patria.
Pero siguiendo con el post de Pat me indigna profundamente que mientras se siguen celebrando homenajes y ceremonias en honor a los muertos por la violencia terrorista, para consuelo y orgullo de sus familiares, hay otros muertos más antiguos y abandonados que siguen enterrados en cunetas y fosas comunes, muertos en la guerra, o represaliados tras acabar la contienda, da igual, personas olvidadas e ignoradas por el Estado y recordadas con silencio y dolor por sus familias. Familias que no piden homenajes, ni coronas de flores, solo un sitio donde poder ir a visitarles, donde poner una lápida con su nombre, sacarlos del anonimato y del olvido.
Así que dependiendo de quién te mató tienes un trato u otro. O simplemente no lo tienes.
Hasta que no se supere el miedo a hablar y condenar de verdad el golpe de estado del 36 y la posterior dictadura como se ha hecho con otros regímenes similares de Europa y Sudamérica no se cerraran heridas, simplemente porque hay mucho dolor sin reparar todavía. El desconocimiento de esa parte de la historia que tienen los niños y jóvenes de ahora es tan grande que a veces pienso que están esperando que se mueran un par de generaciones más que todavía saben que ocurrió para dar carpetazo final al asunto.
Nos lavaron tanto la cabeza con que la transición fue idílica en este país, simplemente porque no acabamos a tiros otra vez cuando murió el dictador, que es políticamente incorrecto hablar mal de ella, aunque sólo sea para decir que fue mejorable, que los pactos a los que se llegó en ese momento concreto son revisables treinta y siete años después, que ya no hay el miedo que había entonces…
Que todo se puede mejorar.