Hace mucho leí u oí, no recuerdo, que a las mujeres bonitas les gusta que les digan que son inteligentes, y a las mujeres inteligentes les gusta que les digan que son bonitas; una tontería de entre tantas sobregeneralizaciones... pero mal que bien, es cierto. Ahora, sé que a las mujeres que son mamás les gusta que les digan de sus hijos.
Desde que nació B, divido a las personas entre las que me preguntan por ella, y las que no; las que le mandan un saludo y las que no; las que le expresan cariño y las que no. No es que me detenga a pensarlo, ni mucho menos; sucede, en automático. Y me ganan. Le hicimos un tamiz auditivo con una doctora que la juzgó con mal carácter, y no pasa nada, pero no está en mi lista de médicos a recomendar. En cambio, en el último mes, los de la lavandería han encogido dos prendas y han entregado con manchas otras dos, y no les digo nada porque las mujeres que atienden reciben a mi niña con fiesta cada vez que vamos -un día, B lloraba, y el niño de la lavandería le ofreció su biberón-. Si a los hombres se les llega por el estómago, a las mujeres con hijos, puede que se les llegue por los hijos.
Silvia Parque